¿Dónde están los alcoholímetros?

¿Dónde están los alcoholímetros?

A pesar de que este país figura en  posición cimera de un ranking mundial sobre mal manejo de vehículos de motor y de que el consumo de alcohol está presente en proporción alarmante entre las causas de accidentes de tránsito, las pruebas de aliento para determinar si un conductor ha consumido bebidas alcohólicas es lo que menos se practica en las regulaciones del tránsito.

Los alcoholímetros y la amenaza de imponer drásticas sanciones a quienes conduzcan ebrios, lanzados en marzo de 2007, duraron menos que bicho en gallinero. Incluso, para estos tiempos es muy difícil ver a un agente de la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) con uno de los alcoholímetros exhibidos entonces en medio de una campaña esencialmente  mediática. La voluntad de enfrentar el caos sigue siendo un mito.

La desaparición súbita de los alcoholímetros y de las advertencias de severo castigo para quienes condujeran bajo consumo de alcohol es una muestra de que en la gran magnitud del problema del tránsito se complementan la temeridad y cultura desordenada de los conductores y el comportamiento medalaganario  de unas  autoridades, que hacen muy poco  por meter en cintura a quienes imponen el caos en calles y carreteras. Tan irresponsables son los que manejan ebrios como los que faltan al deber de aplicarle a los que exhiben esa conducta lo que la ley tiene reservado para ellos.

Tema obligado para siquiatras

A pesar de que la violencia en sus variopintas manifestaciones es pan nuestro de cada día, el tema no parece inspirar a sicólogos y siquiátras hasta el punto de tratarlo a profundidad y llegar a conclusiones que permitan planificar estrategias para combatirla. Y la observación sobre el particular no es invento nuestro, sino una crítica expuesta nada menos que por un siquiatra, el doctor Carlos de los Angeles, que critica el hecho de que sus colegas y sicólogos han estado de espaldas a este tema.

La realidad es que en el país no se le da seguimiento a los efectos generados por la violencia entre los niños que quedan huérfanos por causa de feminicidios y otras víctimas de las consecuencias que generan los hechos violentos. El doctor De los Angeles cree que para enfrentar las causas y efectos de la violencia hace falta algo más que hablar. Sería de gran valor que siquiatras y sicólogos recojan este reto de un colega.

 

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