¿Dónde se perdió la moral?

¿Dónde se perdió la moral?

En la obra “Sala de Jurados”, Quentin Reynolds cuenta los éxitos del abogado Samuel Leibowitz una de las cuales es una anécdota entre el célebre jurista y el gánster Alfonso Capone.
Capone invitó al abogado a sus predios de Chicago para solicitarle que fuera su defensor. Paseaban por las orillas del lago de aquella ciudad y Leibowitz le pregunta: ¿señor Capone, por qué no se retira si usted tiene tanto dinero? El capo mafioso respondió me retiraré inmediatamente después de que se retire el presidente de la Standard Oil de New Jersey. Esa era la empresa más rica y poderosa del mundo. Y es que la ambición, las más de las veces, rompe el saco.
Mi generación perseguía, trabajaba, se sacrificaba, luchaba hasta la muerte, por llegar al poder para hacer justicia, para que hubiera una distribución equitativa de las riquezas nacionales, para que el pueblo disfrutara de educación sin límites, salud de la buena, trabajo bien remunerado.
El camino está lleno de cruces de revolucionarios de hombres del común, de letrados, de profesionales distinguidos, de empresarios medios, de personas que decidieron luchar por el bien común y dedicaron sus vidas a trabajar por conseguir los objetivos deseados. Noble actitud, noble forma de vida al final de la cual el mayor logro, la mayor fortuna era poder exhibir con orgullo la enorme satisfacción del deber cumplido.
No había mayor orgullo de un padre, de una madre, de un hermano, de un tío, que cuando pasara a su lado el único comentario que se escuchara fuera: ahí va un hombre serio, honesto y de trabajo.
Para ello, había caminos trillados por los grandes de la Patria, por los padres de la Patria, por sus seguidores que, tanto en el campo de batalla como en las aulas, en el ejercicio honrado de sus profesiones liberales, en su hoja de vida llena de logros personales, familiares y sociales, con su ejemplo a imitar dejaban tras de sí una estela de dignidad.
El poeta Ramón Emilio Jiménez escribió: “Llegar a rico sin usura/unir riqueza la plácida bondad/o poder alzar la frente pura/es la mayor felicidad.
¿En qué meandro del río se perdieron la moral y las buenas costumbres? ¿Es cierto que los jóvenes mandatarios de América son todos unos ladrones o se trata de que antes no había idea de la corrupción sino un ejercicio permanente de la impunidad?
El amor al vellocino de oro que exhiben antiguos amigos del Partido de la Liberación Dominicana, ¿habrá sido importado de Brasil?
Me resisto a creer que Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff sean dos aprovechados que, deslumbrados por el brillo, dañaron su presentación ante la historia manchando sus manos con el oro de la corrupción.

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