¿Dónde y cuándo?

¿Dónde y cuándo?

El Presidente Leonel Fernández siempre ha exhibido una clara inclinación por el diálogo, la concertación. Por eso no sorprende que en esta oportunidad reaccionara positivamente ante una invitación a diálogo proveniente de la oposición.

El Proyecto de Presupuesto de Ingresos y Ley de Gasto Público del 2006 es la manzana de discordia en la que se inspira este llamado a diálogo.

La historia ha enseñado que hasta los más encarnizados conflictos bélicos terminan en la mesa del diálogo, en un entendimiento.

Un proyecto de presupuesto no es, ni por asomo, un motivo para conflictos que el diálogo no pueda solucionar.

Si una parte ha invitado al diálogo y la otra está en la mejor disposición de dialogar, se da por hecho que la solución del diferendo está a la vuelta de unas palabras.

En el caso del proyecto de presupuesto, las circunstancias obligan a un entendimiento pues, de lo contrario, los perjuicios serían para todos.

El país tiene compromisos que cumplir en el programa de ajustes pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el presupuesto para este año es una pieza clave.

El presupuesto ni las obligaciones con el FMI son asuntos particulares del Gobierno y el partido que le llevó al poder. Es un asunto del país y compete a todos darle la cara.

En muchas oportunidades se procede como si fuera posible deslindar los asuntos de Gobierno de los del resto y esa es una percepción equivocada.

El diálogo sobre el presupuesto parece un hecho. Sólo falta definir cuándo y dónde.

El otro diálogo

Por medio de su pastoral con motivo del Día de Nuestra Señora de la Altagracia, la Conferencia del Episcopado Dominicano ha llamado a la convivencia pacífica de los pueblos dominicano y haitiano.

Particularmente, ha propugnado por un diálogo entre los gobiernos de República Dominicana y Haití para conciliar intereses y evitar así asperezas en las relaciones bilaterales.

Aunque el diálogo es siempre positivo, provechoso, en este caso en particular sería prudente esperar que Haití realice sus elecciones y escoja autoridades en capacidad de tomar, respetar y hacer respetar decisiones y acuerdos.

Lamentablemente, las actuales autoridades haitianas están sometidas a muchas presiones y cuestionamientos, no tienen el control absoluto de la gobernabilidad y, en virtud del proceso electoral, podrían estar a punto de ser relevadas.

Incidentes como la violenta manifestación que hace poco obligó a acortar una visita a Haití del Presidente Leonel Fernández podrían trazar una pauta sobre la inutilidad de encaminar con las presentes autoridades un diálogo sobre asuntos puntuales, entre éstos el de la inmigración haitiana hacia República Dominicana.

Es aconsejable que esperemos tiempos más promisorios.

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