JULIAN SUERO / juliansuero@ gm ail.com
Puedo fácilmente tomar un par de artículos de NBA Maniacs, Sporting News o husmear en Basketball Reference como un «nerd» ratón de laboratorio y plasmarlos en esta tribuna para querer darle la razón a uno de los dos bandos, pero ese no es mi estilo, nunca he sido fanático de las estadísticas frías.
Los hechos son los que hablan por si solos y son la punta de lanza para aceptar de una vez y por todas que LeBron James no tiene que pedir permiso a nadie para que se considere que alcanzó ya el mismo nivel que tuvo en su momento el 23 de los Bulls.
Es cierto que existen muchas diferencias en el estilo de juego de cada uno, es cierto que uno fue un prolífico anotador, es cierto que uno es más facilitador (sin dejar de anotar muchísimo), es cierto que uno es de los mejores defensores de la historia, mientras el otro defiende cuando el cree el momento lo amerita, es cierto que uno nunca abandonó su franquicia original, pero el otro regresó y les dio un campeonato para quitar ese aura de pesimismo que siempre ha existido a nivel deportivo en Cleveland, que uno es más potable que otro comercialmente, pero el otro es un activista social de un estirpe solo comparable con Muhammad Alí.
Dejemos de buscar argumentos estúpidos para decir que uno fue mejor que otro, como el de algunos «entendidos» que juran que Pippen «cargó» a Jordan y no querer reconocer que Jordan y Pippen crecieron juntos como atletas (Pippen llegó a la tercera temporada de MJ en Chicago) o querer desmeritar la grandeza de LeBron por tener récord perdedor en Series Finales o querer medir con menosprecio la competencia que cada quien tuvo en su época.
Mantener este nivel por 17 temporadas es digno de elogiar, ensalzar, exaltar, encomiar, magnificar, halagar, enaltecer, glorificar, celebrar, aplaudir, ovacionar, aprobar, felicitar, congratular y vitorear.
El Rey, está a la par con Su Majestad.