Doroteo Arango Arámbula (Pancho Villa)

Doroteo Arango Arámbula (Pancho Villa)

Empezamos diciendo que un hacendado en México era un Señor Feudal. Y en Europa un Señor Feudal era como el Rey y el Rey era como Dios. Eso ocurría en México en tiempos de Porfirio Díaz, que era el amigo de los hacendados y el protector de los “científicos”.

Doroteo Arango trabajaba en la hacienda de la familia Negrete, donde vivía con su familia. Un día encontró llorando a su madre y a su hermana Martina de catorce años de edad, que había sido violada por un joven de la familia Negrete, al cual Doroteo Arango (el futuro Pancho Villa) le dijo: “Usted se casa con Martina o lo mato”. Negrete se burló de él. Y el hermano de la violada cumplió lo prometido. Para salvarse huyó y se unió a la pandilla de quien le iba a legar su nombre: Pancho Villa. Al jefe de la pandilla un día lo hirieron de muerte y le dijo a Doroteo Arango: “Desde hoy tu eres el jefe del grupo y te llamarás como yo: “Pancho Villa” El nuevo Pancho Villa adquirió fama y cuando se inició la Revolución de Madero, éste nombró coronel a quien llegó a ser el jefe de “La División Del Norte”, que ganó las grandes batallas de la brava lucha. Bajo el mando de Villa hubo combatientes de gran nombradía, tales como: Rodolfo Fierro, José Isabel Robles, Martiniano Servín, Felipe Ángeles, Rosalío, Rosales, el Compadre Urbina, Rayo Reyes y el Compadre Bracamonte. Eran los “Dorados de Villa” que adoraban a su jefe.

Y a propósito existe una novela que pinta fielmente lo dicho. Se cuenta que uno de los dorados de Villa ya retirado, recibió la visita de su antiguo jefe. El ex – soldado ya tenía mujer, hijos y una hacienda. Villa lo visitó para que participara en una nueva lucha. Ahora para combatir a los yankis invasores de John Pershing. El ex -dorado, de nombre Tiburcio alegó que ya para él las cosas eran diferentes y se había alejado de la guerra. Tiburcio estaba vacilante. Villa sacó el revólver y eliminó la familia de Tiburcio. Entonces el ex-dorado amarró su caballo, lo ensilló y tomó sus armas, para irse a la pelea con su querido ex-jefe.

El poeta Santos Chocano, que anduvo en la División del Norte y le robó a Villa, le cantó a Villa y del “centauro del Norte” dijo lo siguiente:

“Caes, caes… no importa bandolero divino. Remo, Rómulo: El crimen es a veces ritual. Una voz, como a Pablo, te llama al buen camino… Pero ¿Quién te diría piensa bien y obra mal? Un demonio y un ángel en rebeldes porfías disputándose el signo de tu oculta intención, y así, como a veces, al dudar sentirías un trajín de cuatro alas dentro del corazón. Loco de alegría hiciste tal aprendizaje de tus desorbitadas artes en la lección que te habló deslumbrante tu espíritu salvaje.

De Hércules asesino, de Mercurio ladrón. Por dentro de tus lauros con que ilustras tus sienes la locura sacude su poderosa crin, tan grande en el delito como en la gloria, tienes apta al puñal la diestra y el oído al clarín. Hijo de águila y tigre sientes en las entrañas yo no sé que delirio de metal en crisol; agua pura que gime bajo negras montañas o arrebol salpicado con la sangre del sol. Sábelo ya tu espada se siente fatigada… Sábelo ya su entrada te cierra el porvenir.

“Está bien que te obstines en esgrimir tu espada como un ave que bate sus alas al morir. Serpenteantemente caes con la caída que las sombras eternas desenvuelve Luzbel… Caes…caes…con desprecio a la vida y a la vez sujetándote a la frente el laurel. Olvidar no podrías tus gloriosas hazañas, no rendirte al ocaso ni dar un paso atrás, que cuando se desprende, también de las alturas, la piedra cae a plomo y el rayo hace zig-zags”.

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