Insisto en la conveniencia de que, amén de los planes y proyectos del Gobierno, que en los próximos días cumplirá dos años, se ponga en práctica un Plan Nacional de Desarrollo, así como la selección de una Comisión Nacional para tales fines. No un organismo burocrático que represente carga para el erario, sino la incorporación de muchas voluntades existentes en las distintas disciplinas con probada capacidad y deseos de colaborar honoríficamente. Su misión sería la de proponer planes específicos de desarrollo al Presidente, así como evaluar cualquier tipo de proyecto en carpeta.
Lo planteo, porque nadie debe olvidar que todavía no rebasamos totalmente una de las peores pandemias que ha tenido la humanidad, empeorado por las consecuencias negativas de los conflictos bélicos. Que a pesar de los grandes esfuerzos que se realizan y los indudables logros obtenidos por Luis, a partir de unos meses, los debates de la mayoría de los partidos no girarán en torno a los problemas fundamentales que padece nuestro país en las diferentes áreas con fines de solución, sino a la forma como cada uno pretende sacarle provecho a la situación. Lo que en nada favorecerá el necesario proceso de recuperación del país.
Una Comisión de Desarrollo que colabore con el Gobierno, tomando en cuenta las necesidades reales. Que sepa diferenciar entre las necesidades verdaderamente sentidas, con posibles reclamos insinuados y estimulados por quienes están detrás de contratos. Discutir las diferentes formas de sofocar las dificultades y la conveniencia de sus argumentaciones en contraposición a los demás.
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Ayudaría muchísimo a conocer y airear diferentes opiniones sobre temas económicos, sociales o culturales. Contribuiría al conocimiento de los planes concretos de desarrollo tendentes a crear nuevos empleos y fortalecer la institucionalidad. Reforzaría los esfuerzos para transparentar aún más las acciones del sector público.
Representaría una buena vía para que, no solo oficial, sino sustentado por ciudadanos capacitados y sin otro interés que el de colaborar, el país conozca los proyectos a nivel nacional que permitirían un desarrollo integral. Por lo menos para los siguientes 10 años, en armonía con la situación y las necesidades.
Podemos tener enfoques diferentes a los de otras áreas o no compartir disposiciones existentes o arrastradas; sin embargo, debemos reconocer los esfuerzos que hace Luis Abinader, a quien le ha tocado gobernar en una situación sumamente difícil. Dos años de grave crisis, que ningún gobernante quisiera. Pero lo ha hecho con entusiasmo. Con deseos de hacerlo bien. Y lo mejor de todo es que, a pesar de cualquier eventualidad, demuestra interés en que mejoren partiendo del concepto cristiano de la perfectibilidad. Y eso es meritorio. Por eso le sugiero al presidente, incorporar gente de formación y experiencia honoríficamente a los planes de desarrollo del gobierno y de la nación. Para colaborar con las nuevas generaciones.
Me preocupa que los afanes partidarios, lógicamente dentro de sus prerrogativas o por simples mezquindades, provoquen dentro de unos meses retroceso en el necesario plan de desarrollo nacional. Se lo sugiero a Luis como amigo. Como colaborador por circunstancias especiales, en una función que va incluso en contra de mis ideales. Gracias a Dios que fue por tiempo limitado.