Dos apuestas

Dos apuestas

A partir del 16 de agosto, Danilo Medina tendrá la responsabilidad de ejercer un mandato de cuatro años donde las expectativas ciudadanas se concentran en seguridad ciudadana, empleos, crecimiento económico, costo de la vida y mayor presupuesto para la salud. No obstante, desde perspectivas diferentes, dos apuestan prevalecerán en el imaginario dominicano porque la oposición política posee la enorme responsabilidad de servir de contrapeso al poder. Así gana el país.
La oposición racional, articulada y con sentido de compromiso institucional debe tener plena conciencia de que los porcentajes electorales en su favor están llamados a garantizarle a la nación leyes como la electoral y de partidos que, sumadas a una elección ejemplar, de miembros del TSE, JCE y Cámara de Cuentas pueden ambientar los niveles de confianza necesaria.
Con precedentes frescos, en el país existe una enorme desconfianza respecto de los niveles de colaboración a gestiones gubernamentales que cooptan a gente acreditada, y sus beneficiarios concluyen transformándose en voceros de la causa que combatían. Excepciones confirman a “otros” que se acercaron apostando al espíritu del servicio público y sirven de referentes de que todo no está perdido.
Cuando Jottin Cury llegó a la Consultoría del Poder Ejecutivo no claudicó en sus principios ni su hoja de vida se dañó. Federico Lalane José nunca militó en el PRD, y le sirvió al país desde la Contraloría General de manera ejemplar. Roberto Cassá prestigia la administración del PLD, y en el Archivo General, se debe hablar antes y después de su gestión. Sé de la multiplicidad de especímenes camaleónicos que se degradan ante el poder del presupuesto nacional. Y de esa clase de exponentes, todos debemos cuidarnos.
Aunque se perciba un variopinto de dirigentes con ideas contrapuestas, el ambiente opositor puede desde su diversidad, apostar por reformas pospuestas por años y fuente de los desvaríos que han dado categoría de pactos institucionales a blindajes indecorosos. Al presidente Medina Sánchez se debe convencer de que el acuerdo del 2010, revestido de concertación partidaria, degradó las Altas Cortes y, por eso, se deben reorientar los mecanismos de elección para que el mal sabor del reparto no se constituya en parte de la cultura política nuestra.
Dos dirigentes, uno en el poder y otro desde una rentabilidad opositora, se concentraron en prostituir los anhelos de cambio institucional que, con una reforma constitucional, desvanecieron anhelos de rupturas de las viejas formas politiqueras. Por eso, tanto Danilo Medina como el liderazgo de las organizaciones discrepantes del oficialismo deben establecer con claridad que cualquier esfuerzo concertador no puede asumirse como reparto. Ambos, serán observados por sectores con verdaderos deseos de un avance real.
Debemos de colocar todas las energías para impedir los discursos altisonantes y vocación obstructiva de estamentos que, casi siempre, servirán de excusas para seguir avanzando. Del lado oficial, ahora que un club de vivos andan pescando decretos como retribución al trabajo electoral, es importante distinguir entre legítimo derecho a un puesto en el tren gubernamental y gente deseosa de una oportunidad para transferir fondos estatales en bolsillos privados. ¡Dios nos libre!

En el espectro opositor existe gente buena y talentosa. El verdadero desafío de la franja discrepante del gobierno consiste en viabilizar sus propuestas alejándose del sentido de obstruir pura y simplemente. Y de paso, alejarse de radicalismos distantes de personalidades y perfiles que su esencia conservadora dista mucho de posturas estridentes, porque ese afán de posicionamientos futuros deja un mal sabor y huele a oportunismo en capacidad de revertir avances posibles en el marco de la realidad social actual.

Esas dos visiones tienen una importancia capital. Ambos sectores, sin dejar de apostar a su agenda están obligados a trabajar por el país de todos.

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