Dos caras de un panorama

Dos caras de un panorama

Con notorio y plausible entusiasmo, el sector empresarial espera que prosperen y crezcan sus actividades económicas en el curso del año que comienza. Varios de los funcionarios del sector público han asegurado que en el 2010 el discutible crecimiento económico pregonado, se volverá realidad para grandes sectores poblacionales. Dios les dé bocas de chivos a unos y a otros. Permítanme, a contrapelo de tan positivas aspiraciones, disentir de esas loables manifestaciones.

Por supuesto, sabemos que más bajo no podemos caer. Ni siquiera un presupuesto del sector público centralizado que se sustenta en financiamiento externo y aún con éste, en el déficit, puede echarnos mayores problemas encima. Para miles de dominicanos, los años recientes han sido períodos de decadencia y frustraciones. La calidad de vida es una expresión gramatical sin posibilidad comprensiva. Por increíble que parezca, las administraciones de partidos liberales y nacionalistas han representado la depauperación constante para el pueblo dominicano.

Por consiguiente, más abajo no puede llegarse. Ahora bien, tampoco hay espacio para esperanzas basadas en la continuación de sostenidas políticas de reprochable gasto público. Tampoco es previsible un panorama de cabal crecimiento y desarrollo catapultado por empréstitos externos. Como de sobra se ha debatido, los ingresos corrientes se encuentran comprometidos con el cumplimiento de las obligaciones generadas por el endeudamiento. ¿Qué recurso propio, o externo que no entrañe cargas financieras, puede aprovecharse para impulsar un sano crecimiento?

En forma enfática respondo a esa interrogante afirmando que ningún recurso. Con enorme irresponsabilidad, organismos multilaterales estimulan ese endeudamiento. Después de todo, ni el sudor ni la sangre de los integrantes de esos organismos serán sacrificados para cubrir el servicio de la enorme deuda. Son las lágrimas de los niños que se acuestan sin haber probado bocado las que pagan por una deuda de la que no reciben ni un céntimo.

Por eso contemplo un panorama distinto para el año 2010. En tanto resulte incomprensible a los funcionarios del sector público la relación entre gasto público y progreso nacional, el optimismo es vana ilusión. El gasto público que impulsa crecimiento y desarrollo es aquél que se basa en gastos corrientes racionales y en una inversión reproductiva. El desenfreno y el dispendio jamás han cobijado progreso ni a los pueblos como conjunto ni a las personas como individuos.

Por ello, y lamento exponerlo en el inicio del año, discrepo del exultante gozo de cuantos contemplan un panorama positivo. Tal cual marcha la vida en el país, hemos de recurrir a Dios. Porque sólo Él puede dotarnos de la pujanza de ánimo y los bríos para soportar lo que se vive y esperar que se asuman políticas correctas de gastos públicos. Sólo al amparo de una reorientación de ese gasto podrá gozarse de un año diferente a los últimos sufridos.

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