Cada vez más estudios apuntan a los beneficios que, nos aporta el consumo moderado de bebidas como la cerveza o el vino, acompañado de la práctica habitual de ejercicio, publicado hoy en el portal El Confidencial.
Lo novedoso del estudio, según explicó su autor principal, el investigador checo Miloš Táborský, en la presentación del mismo, es que la ingesta moderada de vino sólo era beneficiosa entre las personas que practicaban ejercicio.
La investigación, bautizada con la expresión latina In Vino Veritas (“En el vino, la verdad”), es uno de los primeros experimentos de larga duración en los que se ha estudiado los efectos del vino asociando estos no sólo a los habituales marcadores sanitarios como el colesterol o la presión sanguínea, sino también a otros hábitos vitales, como la práctica de ejercicio.
Durante un año, los participantes tomaron cantidades moderadas de vino checo cinco días a la semana. Los hombres, en torno a dos y dos copas y media al día.
Las mujeres, en torno a una y dos copas. La mitad de los 146 participantes bebieron vino tinto de la uva Pinot Noir, la otra mitad vino blanco, de la variedad Chardonnay-Pinot. Los participantes anotaron en sus diarios todo el alcohol que bebían, así como su dieta y actividad física.
Los efectos beneficiosos del vino (en los deportistas). Por sí mismo, el consumo de vino no tuvo efectos apreciables sobre el colesterol, los niveles de glucosa, triglicéridos o marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva.
Tampoco tuvo efectos negativos apreciables en la función hepática de los participantes. Pero la cosa cambió al analizar los efectos del vino de forma específica en la gente que practicaba ejercicio.
El estudio muestra que la combinación de ejercicio regular y consumo moderado de vino mejora los marcadores de la aterosclerosis, y podría proteger también del riesgo cardiovascular
Entre aquellas personas que hacían deporte al menos dos veces por semana, el vino (tanto el tinto como el blanco) provocó un incremento significativo de los niveles de colesterol “bueno” (HDL) y redujo los niveles del “malo” (LDL).
No fueron los únicos beneficios. “Nuestro estudio muestra también que la combinación de ejercicio regular y consumo moderado de vino mejora los marcadores de la aterosclerosis, y podría proteger también del riesgo cardiovascular”, explicó Táborský en el congreso.
Breve historia de las investigaciones sobre el vino. La investigación checa es la última en una larga lista de estudios que han tratado de observar los efectos del vino sobre la salud, y que no siempre han arrojado los mismos resultados. Uno de los primeros grandes estudios sobre el vino se publicó en 1992 en la revista The Lancet.
En él, los doctores Serge Renaud y Michel De Lorgeril identificaron lo que se conoce como “la paradoja francesa”: los estudios mostraban que los europeos que consumían mayor cantidad de grasas saturadas morían antes, pero los franceses se salvaban porque su mayor ingesta de vino contrarrestaba los efectos nocivos de las grasas saturadas.
Dado que el vino tinto tiene bastante más resveratrol que el blanco, si este fuera responsable de los efectos beneficiosos los bebedores de tinto habrían obtenido mejores resultados
“La paradoja francesa” tuvo un enorme impacto en la industria del vino, pero numerosos estudios han relativizado después las bondades de la milenaria bebida. Sí, el consumo moderado de alcohol tiene algunos beneficios cardiovasculares, pero también se ha demostrado que puede aumentar el riesgo de padecer cáncer de mama o esófago.
Hasta hace muy poco, todos los estudios apuntaban a que los efectos beneficiosos del vino residían en el resveratrol, una molécula presente en este, con poderosos efectos antioxidantes. El caso es que, el año pasado, un importante estudio publicado en el Journal of the American Medical Association, puso en duda los beneficios de éste.
Una idea que, quizás sin buscarlo, apoya también el estudio checo. Dado que el vino tinto tiene bastante más resveratrol que el blanco, si este fuera responsable de los efectos beneficiosos los bebedores de tinto habrían obtenido mejores resultados. Y no ha sido así.
El secreto podría estar, como apunta Táborský, en la interacción entre el vino y el ejercicio: “Quizás exista algún tipo de sinergia entre la pequeña dosis de alcohol etílico presente en el vino y el ejercicio que nos protege de las enfermedades cardiovasculares”. Algo parece claro: aún nos quedan muchas cosas por saber de nuestra bebida favorita.