Dos de los nietos cumplieron 15 años

Dos de los nietos cumplieron 15 años

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Nuestros primeros dos nietos han llegado a la edad que todo adolescente desea ver llegar, que los padres anhelan verlos en su paso hacia la adultez, y los abuelos nos emocionamos al ver a esos retoños de nuestros hijos llegando a una edad en que muchos de los abuelos de antaño la ponían como meta de la misión cumplida en la vida.

Otros son los tiempos, y después de la II Guerra Mundial, época en que comenzaban nuestros primeros pasos de la niñez, para luego en la década del 50 penetrar en la vida de adulto, celebrando por lo general los 15 años en el primero o segundo del bachillerato, se fueron transformando las metas y más cuando todavía se está en la edad productiva, consideramos esos primeros dos nietos, Esteban y María Gracia, que han llegado a los 15 años, como algo que se desprendió de uno mismo. Gladys y yo nos admiramos de ver sus avances en sus estudios y la forma responsable de cómo llevan sus relaciones con sus padres, hermanos, primos y amigos.

A los 15 años comienzan a definirse los talentos de cada uno de ellos. El abuelo trata de buscar alguna similitud de cómo éramos nosotros en esa edad, y que parte de la herencia genética se le ha transmitido a ellos. De ahí que cuando se les observa la avidez por la lectura, uno se siente orgulloso que continúan la tradición del abuelo, o en la otra observa facilidades artísticas. Entonces uno se acuerda de la abuela, que en su niñez participaba en esos eventos infantiles de los pueblos con aplaudido protagonismo.

Sin embargo, ahora los nietos traen otras cualidades que el mismo medio humano los va arropando y hasta podría perjudicarlos, debido a como se ven rodeados de una abrumadora incitación al consumismo, y los estrechos contactos que se logran a través de los computadores, se vive al tanto de las modas y nuevas costumbres del mundo entero, llegando en muchos casos a distorsionar la conducta de los jóvenes y empujándolos a lo que más se teme en este siglo XXI, que es caer en la drogadicción, que tan funesto está resultando para el futuro de muchas sociedades.

Cuando vemos a nuestros nietos con 15 años nos acordamos cuando por primera vez los sosteníamos en nuestros brazos, como frágiles criaturas de meses, y de como en su aprendizaje, iba naciendo el cariño hacia los abuelos, entonces se les dedicaba más tiempo a ellos de los que les dedicamos a nuestros hijos en esa misma edad. Pero esa era la época de la producción y estábamos empeñados en establecer una buena base económica para la familia. Faltaba el tiempo para el compartir con ellos; y los hijos, ya como padres, nos reprochan esa entrega a los nietos, cosa que no hicimos con ellos, al ver esas atenciones hacia esos niños que disfrutan de los abuelos, aun cuando a veces nos hacen perder la paciencia.

Los nietos le dan razón de vivir a los abuelos, debido a que es parte del proceso normal de la vida humana, que sigue una línea bien trazada por Dios, quien en su infinita sabiduría, pone en cada edad los tesoros y frutos que deben descubrirse y recogerse, como parte del paso trascendente de la vida en la Tierra y tránsito hacia una vida superior.

Son muchas las satisfacciones que se reciben cuando uno ve sus primeros dos nietos cumpliendo los 15 años, pero al mismo tiempo surgen las preocupaciones por el temor al futuro, y más cuando vivimos en una etapa que nadie está exento de verse afectado por la violencia que propician los delincuentes, que a todos nos atormenta y cada vez gana más terreno, haciendo que los hijos, y mas si son nietos, no se le quiere dejar salir, o si lo hacen, es para circular por zonas muy restringidas, prefiriéndose que se mantengan atados, a una pantalla televisiva, o a un libro o a una computadora, de forma que la violencia no nos toque en la forma de ver la vida malograda de un hijo o de un nieto.

Ya son muchos los abuelos que añoran ver a muchos de sus hijos a que busquen mejores horizontes en la vida fuera del país, con una calidad de vida deteriorada. Por esa inseguridad, uno se mantiene con el dolor en el alma, queriendo ver a sus hijos buscando nuevos horizontes en otros países, en donde ellos, y sus hijos, que son nuestros nietos, aseguren un sistema de vida pacífico y gratificador, sin los sobresaltos que hoy nos atormentan por todos lados. Que encuentren la seguridad que no tienen aquí, en donde cada día esperamos lo peor, ya que podríamos ser víctimas de la violencia, en que muchas se originan en estamentos oficiales con acceso a uso de armas de fuego. Pero existe la esperanza, en las buenas intenciones de las autoridades, de cambiar esa inestabilidad mediante un trabajo intenso para llevar a la educación a niveles adecuados, y a la vez, lograr que se reduzca el nivel de desempleo, que es de donde se nutre la delincuencia, culpable de la ola de violencia que nos afecta y oscurece el futuro de los hijos y nietos.

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