Dos distorsiones

Dos distorsiones

Duro golpe para la situación económica  de muchas personas y empresas de todo género representa el último aumento de precio de la gasolina en el curso de una tendencia alcista. Ahora la premium cuesta RD$148.40 el galón y la regular RD$137.00.

Se trata de un carburante de un uso muy general. Desde la diversidad de vehículos personales y familiares, hasta la transportación ligera de muchas actividades de negocios y corporativas.

La gasolina es un factor de costo; sus alzas presionan para que artículos de consumo masivo o no, así como algunos servicios, pasen a ser más caros, aunque gente hábil ha sabido hacer cambios para que los motores de sus yipetas y los carros del transporte público estén movidos por el eficiente y ventajoso gas propano.

Esta innovación utilitaria ha causado una contraproducente distorsión: el que huye de la gasolina al GLP pasa de buen pagador de impuestos a lucrativo beneficiario de la “asistencia social” del Gobierno.

Los desvíos tramposos hacen que un combustible de cocina subsidiado para los pobres esté desvirtuado y beneficie ilegalmente a sectores de consumo voraz, lo que perjudica al contribuyente.

Este es sólo un lado de la moneda.

El otro es que el consumo gravoso del gas que sale al mercado con tratamiento fiscal especial se sustenta en el alto precio de la gasolina.

El sufrido consumidor de ese derivado paga con su sudor el abaratamiento del GLP que sirve más para enriquecer a quienes dominan la comercialización que para aliviar los pesares de las amas de casa.

Dos graves distorsiones se dan: el Gobierno asume alzas en un programa desnaturalizado al tiempo que agudiza, en perjuicio del consumidor, las alzas de derivados con un fuerte impuesto (diferencial) a la  gasolina. Preocupa que al Gobierno sólo le interese librarse de la primera de las enumeradas dislocaciones.

Consternación

Vanessa Ramírez Faña, de 18 años de edad, hija del reputado médico Juan Ramírez, de Santiago de los Caballeros, fue asesinada anteanoche por unos desalmados asaltantes de los que, como plaga bíblica, circulan profusamente por las calles del país.

El brutal crimen consternó a la Ciudad  Corazón. Inmenso dolor con el que nos solidarizamos. El motivo visible para tronchar una vida joven y valiosísima fue despojarla de un celular.

Aunque no siempre se da un desenlace de tanto horror como éste, los asaltos a mujeres indefensas, y a hombres también, es cosa de todos los dias, tanto en Santiago como en Santo Domingo y otros lugares del país.

Una horda de malhechores artillados dispone de notables facilidades para hacer toda clase de despojos en las calles. En los meses recientes, dos decenas de empleados de este periódico y El Nacional víctimas de atracadores, así lo indican.

Actúan al amparo de una imperdonable negligencia de las autoridades nacionales, que hace tiempo permiten la circulación con desparpajo de pillos que viajan en motociclietas, generalmente de marcas preferidas por ellos, por su versatilidad.Transgreden todas las normas “vigentes”. El perfil delictivo se les ve a leguas.

No tienen placas, no llevan cascos protectores; carecen de licencias para conducir vehículos de motor; no respetan las luces de los semáforos ni mínimamente: van por el país como si no existiera una sola autoridad con sentido de responsabilidad para pararlos en seco.

“La Policía no sirve” dirá tal vez alguna alta autoridad, lo que se le oye decir con frecuencia, sin que sirva de consuelo a quienes entienden que ya está bueno de ponerse a distancia de los problermas. La sociedad tiene que estar mejor protegida. No hay alternativa.

El Gobierno tiene que desplegar a todos sus organismos represivos, muy costosos por cierto, para apresar a los asesinos de la señorita Ramírez Faña, pues lo menos que merecen estas bestias es ser aisladas de la sociedad, enjaulados por el resto de sus vidas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas