La Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección del maestro José Antonio Molina, en este cuarto concierto de la Temporada de la noche del miércoles, nos transporta en alas de la música a dos épocas, a través de dos compositores insignes, el ruso, Dimitri Shostakovich y el alemán Ludwig Van Beethoven.
Dos siglos separan a estos genios de la música, y como todo gran artista fueron espejos de su tiempo.
La novena sinfonía de Shostakovich de vitalidad rítmica y tristeza melódica, escogida para dar inicio a este concierto, fue prohibida en su momento -1945- considerada por el Gobierno bolchevique de Stalin como “arte burgués y decadente”; la obra dedicada al pueblo tras tantos padecimientos, transmite la alegría de vivir y por su excelencia logra trascender, convirtiéndose en una obra fundamental del siglo XX, y es que la música más allá de las ideologías, es la más etérea de las artes, eleva al hombre y lo estimula.
El maestro José Antonio Molina levanta su batuta, pauta, escuchamos una mini fanfarria del trombón –Carlos Eduardo Torres– que interrumpe el flautín, es el primer movimiento Allegro en forma de sonata; inicia el Scherzo fugaz, los metales intervienen sin llegar a un climax, se escucha un hermoso solo de fagot –Angel M. Cruz- conmovedor.
De melancólico lirismo, en el segundo movimiento Moderato a un solo de clarinete –Jorge de Jesús Torres- se unen los instrumentos de viento madera, al final las cuerdas entran, la música es más intensa, hasta llegar a una tranquila coda que luego se desvanece, mientras se escucha una reminiscencia del tema de apertura en un exquisito solo de flauta –Alaima González-.
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Sin pausa, los tres movimientos siguientes se suceden, el Presto presenta al clarinete en una dinámica melodía, luego acompañado de flautas, la trompeta –Victor Mitrov– toma protagonismo…la música va disminuyendo y sin transición, inicia el cuarto movimiento Largo con el sonido de los trombones, la tuba y un solo de fagot, en una triste melodía que enlaza con el movimiento final Allegretto, transformándose en una marcha alegre, la trompeta en un Galop desenfrenado conduce a una Coda triunfal.
El maestro Molina consigue la cohesión perfecta de la orquesta, y el público complacido aplaude largamente.
Tras el intermedio
El concierto continúa. Los símbolos del destino se ciernen sobre el auditorio, se escuchan las emblemáticas e inconfundibles cuatro notas de inicio de la Quinta Sinfonía de Beethoven, en Do menor Op.67, que a decir del propio compositor “Así llama el destino a nuestra puerta”; de aquí nacen en diferentes tonalidades, todos los temas del primer movimiento Allegro con brío, en forma de sonata, que se ha convertido en la cima de todo sinfonismo monotemático.
El segundo movimiento Andante con moto inicia con un tema lírico y cantábile con violonchelos, violas y contrabajos; los clarinetes, fagotes y violines protagonizan el segundo tema. Con un fortissimo tutti orquestal finaliza el movimiento, alcanzando nuestra Sinfónica un momento extraordinario.
El primer tema de carácter trágico y lúgubre del tercer movimiento Scherzo Allegro, es expuesto por violonchelos y contrabajos, el segundo tema nos remite al motivo principal del primer movimiento, expuesto por las trompas, luego las cuerdas en pizzicato en un crescendo progresivo llegan a la coda final.
El cuarto movimiento Allegro Vivace, es un canto triunfal entonado por el viento madera, trompas y trombones, el desarrollo del movimiento culmina con una gran Coda en la que como en eco perpetuo, se escuchan los principales temas hasta alcanzar una grandiosa conclusión.
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Las icónicas notas “del destino” modo temático recurrente, da coherencia y unidad a esta maravillosa Sinfonía que se reinventa a través de un único motivo. La dirección del maestro Molina con su inconfundible estilo de gestos elocuentes y movimientos precisos, logra la perfecta sintonía tanto en los tutti, como en los solos, extrayendo de la orquesta un sonido limpio, que produce un abanico de emociones, y en ese estado de emoción, el público se levanta de sus asientos y produce una gran ovación a la Orquesta Sinfónica Nacional, al director.
El destino tocando nuestra puerta, nos dio la oportunidad de escuchar nuevamente esta maravillosa Quinta Sinfonía del genio de Bonn, Ludwig Van Beethoven, y al maestro José Antonio Molina, de dirigirla una vez más de manera magistral, superándose a sí mismo.
Una noche maravillosa, inolvidable.