Dos excelsas noches poéticas…

Dos excelsas noches poéticas…

La pasada semana, con motivo de la inauguración del Segundo Festival Internacional de Poesía,  hubo verdadera erudición, pero no una erudición paralizante, fue una erudición tan grácil, que la cúpula del Palacio de Bellas Artes se llenó de efluvios, y de vuelos etéreos como de mariposas. Sin espíritus categóricos, sino más bien con humildad de sabios, esa noche la poesía del mundo se creció.

Sabido es que los poetas a diferencia de otros creadores del arte, ellos declaran abiertamente el material con lo que se valen para trabajar, es sólo la palabra armónica. Eso hubo en la cúpula, una voluntad de concierto, el programa iniciado con un –performance-, como elegía a la muerte, fue dramatizando en danza el poema “a su hija reintegrada” de Domingo Moreno Jiménez, y a quien estuvo dedicado el concilio, que disfrutamos. Excepcional, la pareja de bailarines del Ballet Nacional que desentrañó  la muerte con galanura. Sentimos la presencia del poeta, en todo lo que vivimos, y como fondo de la danza un hermoso cuadro del inmenso maestro Oviedo.

Los discursos protocolares, el primero, del inteligente bardo de nuestro terruño y Presidente de la Comisión Organizadora, José Mármol, y luego del laborioso Secretario de Cultura que auspició esa velada que deslumbró por la divina gracia de la poesía, llenaron de tibieza el auditorio. El primero poeta consagrado, hizo una revisión del papel de los poetas, de sus razones como seres sociales, con una sabia mezcla de estudios helénicos, de filosofía, de historia y de literatura comparada, con un equilibrio de palabras casi en versos, que con distintivo, nos señaló que la poesía era la armonía más vasta, terminando con saludos fraternos a todos los invitados internacionales. Como fino poeta que es, defendió las armas que ellos, los soñadores, los apasionados, los sensibles utilizan: la mano, la inteligencia, el sol, y el corazón.

El Ministro Lantigua nos impresionó, en verdad es también bardo, hizo una ilustrada revisión de la poética dominicana iniciando con la exquisita Salomé Ureña, razón a la que se debe por su nacimiento que el  día 21 de octubre sea el “Día del Poeta”. Enfatizando en Pedro Mir en  razón de cumplirse 60 años del poema patrio, pasando por Jiménez, y haciendo homenaje a los nuevos poetas del país, con especial acento a los de la diáspora que nos representan en playas extranjeras. El que habló no era funcionario, no era miembro de un partido, no era ningún hombre en búsqueda de adhesiones ruidosas. Un poeta, que estaba imbuido de “lo sempiterno” de la noche, que era de herejía a lo mondo, a lo intrascendente; allí no habían ni iglesias ni partidos, estaban presentes sólo las almas de los líricos. Escuchamos en su propia voz, los versos leídos por Antonio Gamoneda (España), Rafael Cadenas (Venezuela), Roberto Sosa (Honduras), Horacio Costa (Brasil), y otros.

Deseo compartir la otra experiencia, la cena de gala con los poetas en los vetustos balcones del Alcázar de Colón. Fue una vivencia muy grata, el poder disfrutar de una experiencia poética, visual, sonora y gustativa. Se combinó teatro, música y poesía con  salmones rosados y buenos vinos. Es un enlace mágico para el cerebro, para la corteza, todo hombre perenne, con esta deleitante conjunción: imagina, sueña, simboliza y poetiza. Con sinceridad fueron dos noches –excelsas-.

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