En las redes mucha gente vive del parecer, no del ser
En las redes sociales se exhibe un alto narcisismo social, una efervescencia creciente por la búsqueda de notoriedad y una evidente falta de vergüenza y violaciones a los límites, consideró el psiquiatra José Miguel Gómez Montero.
Mientras el terapeuta de familia Luis Vergés Báez considera que desde las redes se fomenta la banalidad y se crean distorsiones cognitivas.
Opinión del psiquiatra. Para el doctor Gómez Montero, después de la postverdad, la cultura del relativismo ético y la permisividad, el ser humano se ha estado despersonalizando y dejando el ser para vivir en el parecer.
En las redes, por notoriedad, querer ser noticia y exhibir narcisismo social, se es capaz de hablar o publicar cualquier cosa. Se han dejado de lado valores como la prudencia, la vergüenza y los límites, dijo el psiquiatra.
“En la búsqueda de ese narcisismo social, no se visualizan las consecuencias, suben o hablan lo que sea, no saben que dañan, lo que les importa es que van a ser noticia”, analizó el profesional de la salud mental.
Los que tienen esta conducta por lo general no tienen un alto nivel intelectual o una formación integral, son personas que buscan entretenimiento al costo que sea. Se trata de personas que son cautivas de las redes, no tienen vida privada, porque todo lo publican, analiza.
Este tipo de conducta ya ha sido descrita como adiciones al ciberespacio, a las redes. Algunos ya tienen problemas de pareja o han perdido su trabajo. Esas adicciones hacen que las personas no disfruten una película, un concierto o una obra, porque están atentos a sus redes.
“Ha habido parejas que se quejan de que hasta haciendo el amor, uno de ellos está atento a su móvil”, dijo el profesional. Gómez Montero dijo que las redes sociales mal manejadas se convierten en habito tóxico que no permite que la gente pueda discernir entre lo bueno y lo malo. La dopamina del cerebro, un químico, se altera con las personas con adiciones a las redes sociales.
Pide que los padres vigiles las redes sociales de sus hijos, porque muchos son dirigidos hacia conductas inadecuadas. Las redes deben usarse de forma inteligente y adecuada.
Habla el terapeuta. Para Luis Vergés, el desborde en las redes sociales alimenta lo que hoy algunos coinciden en llamar la cultura del ridículo, en base a la cual se glorifican iniciativas improductivas y donde las acciones dañinas y poco éticas más que recibir consecuencias adversivas son aplaudidas y valoradas con “likes”.
Asegura que cualquier tipo de tecnología, mucho más en el caso de las redes sociales, se convierte en un arma peligrosa que amenaza la dignidad de los demás si no existe regulación tanto desde dentro a través de los valores morales como desde fuera a partir del ejercicio de la autoridad institucional o colectiva moral que demande un uso moderado de esos recursos.
Desde la nueva modalidad delictiva como el “ciberbullyin”, pasando por las bromas con contenido hostil de personas que usan el medio para dañar reputaciones, el abuso de las nuevas tecnologías no tan solo se ha convertido en una práctica de sobreuso sino en un gran detonante de problemas de salud mental y psicosociales.
“A muchas personas se les altera la percepción y dejan de diferenciar que no todas las informaciones se deben llevar a estos espacios”, dice, al señalar que se tiende a confundir las informaciones privadas y familiares con informaciones de carácter público, desnudando los temas íntimos tanto de los demás como los propios. Este abuso de esos medios por lo regular va muy ligado a un sinnúmero de carencias personales, las cuales se pretenden compensar con la sobreexposición propia y la de los demás.
“Como resultado, está el fenómeno de la banalización del pensamiento, que crea una distorsión cognitiva de consecuencias muy negativas en tanto que impide a las personas desarrollar la conciencia crítica, quedan atrapadas en experiencias virtuales frívolas y poco retadoras. Prima la rutina, uso de descalificación de los demás y participar en actividades sin sentido”, analiza el terapeuta.
Alternativas. Recomienda que desde los hogares se incentive el desarrollo de la conciencia crítica que permita el cuestionamiento de estas acciones a la luz de lo que representan como obstáculos que entran en contradicción con las aspiraciones de desarrollo de los hijos. Valorar el impacto de la referida actitud en la salud mental. Aprender a vivir una vida plena no es lo mismo que una vida llena de contenidos banales.