Dos fenómenos atmosféricos
altamente perjudiciales

Dos fenómenos atmosféricos<BR>altamente perjudiciales

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Sin lugar a equívocos, podemos afirmar que las dos perturbaciones atmosféricas que en un mes ha sufrido nuestro país, han sido más dañinas que ciclones o huracanes que nos han visitado en el siglo pasado, y cuidado sino las más devastadoras desde el punto de vista agropecuario, ya que las cuantiosas pérdidas sufridas con la tormenta Noel, han sido remachadas por esta depresión tropical, que al parecer olvidó, tal y como ocurrió el año pasado, que la temporada ciclónica terminaba el 30 de noviembre y que ambas estaban fuera de estación.

La tormenta Noel causó casi un centenar de pérdidas de vidas que fueron sorprendidas, la mayoría al no creer que los torrenciales aguaceros caídos tendrían la fuerza destructiva para llevárselos con todo y vivienda, arrastrando a su paso animales, aves, sembradíos y hasta los equipos que se utilizaban en las labranzas. Se afirma, y esta catástrofe lo demostró, que el río vuelve y toma su cauce original, no obstante haber sido desviado por medio de prácticas de ingeniería hidráulica o por depredadores desaprensivos, que montando granceras en sus orillas, contribuyeron a formar hoyos inmensos como consecuencia del material de construcción extraído. Algunas pagaron caro esta osadía, ya que la furia de las aguas, como ocurrió en Cotuí, se llevó todo el material acumulado, las maquinarias y el producto elaborado (tubos y bloques).

El secretario de Estado de Agricultura estimó los daños de Noel en más de mil quinientos millones de pesos, cifra que consideramos muy conservadora ya que todavía hay parajes incomunicados, los cuales perdieron sus esperanzas después de Olga. Ahora sí es verdad que el sector agropecuario va a tener que sacar fuerzas de abajo y hacer esfuerzos denodados para tratar de salvar los pocos frutos que los torrentes permitieron que quedaran como testigos mudos de la tragedia. Hay agricultores que perdieron algún familiar, su vivienda y para el colmo de los males, su cosecha. Si no es auxiliado por el Estado, este productor junto con su familia se irá a cualquier ciudad a formar parte de los cinturones de miseria.

Al parecer, los dominicanos hemos cometido algún acto que ha desatado la ira del Señor. Sólo así se explica que un pueblo pobre y carente de un futuro próspero en lo inmediato, sea castigado, no sólo con un «diluvio» regional, sino de un segundo que como apuntáramos anteriormente, se equivocó de fecha y nos sorprendió cuando ya se había señalado el fin de una temporada, que de no haber sido por Noel, podemos considerarla muy benigna en cuanto a los daños que ocasionó.

Las dantescas escenas de la riada del Yaque, que esta vez no hizo gala de dormilón como expresa la canción, dejó atónitos a personas que no recuerdan en su memoria haber visto este desbordamiento, que los locutores describían como «un brazo de mar», justamente en una ciudad mediterránea, pero que pasó por una circunstancia muy parecida a la del litoral de Santo Domingo, en donde el malecón sufrió grave deterioro en sus acantilados, lo mismo sucedió con el denominado “rincón” en Santiago, en donde el río ocupó el lugar del paseo que lo bordea.

Si se piensa que esa acción del Yaque fue lo más dantesco, la apertura de la Presa de Tavera y el contra-embalse del Bao, se llevó los palmarés. Más de cinco mil millones de galones de agua deslizándose por la rampa que normalmente se utiliza para regular su cota. Esta corriente de agua, en principio se precipitaba por el vertedero, más a pocos metros de finalizar el surco de cemento, se convertía en una indomable catarata que regaba sus aguas con la fuerza incontrolable de un torrente que se llevó todo lo que a su paso encontraba. Tal vez, si se hubiese comenzado a la apertura del vertedero antes de que las aguas amenazasen con romper el dique, con un final apocalíptico para los que tuviesen el infortunio de encontrarse en los rápidos que se formaron.

Estamos seguros que no sólo el productor agropecuario sentirá en carne propia las carencias y vicisitudes que tendrá que enfrentar en el futuro inmediato, los citadinos no sufrieron daños en sus predios, pero de seguro en el futuro tendrán que apretarse la correa y hacer gala del bolsillo si desea, mal comer, ya que los precios de los alimentos se dispararán aún más de los que hasta ahora han subido.

No creemos en mal agüero, en salazón y menos en fucú, pero si lo que le ha ocurrido a nuestro país no es consecuencia de un «azaro» o como dicen los del campo «un guanguá», a nosotros que nos registren.

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