Dos hechos que señalaron un horizonte

Dos hechos que señalaron un horizonte

¿Qué poderoso acierto se puso en movimiento entre finales de 1963 y todo el año de 1964, como para que hiciera posible que el pueblo dominicano se unificara tras un mismo objetivo y generara el acontecimiento histórico, político, social y militar más importante, desde la Guerra Restauradora de 1863-65?

Me refiero a que desde la Guerra Restauradora de 1863-65, nunca más el pueblo dominicano se había unificado en forma tan contundente alrededor de un objetivo político.

¿Qué factores tan poderosos se pusieron en movimiento? ¿Por qué no ha podido el pueblo dominicano unirse de nuevo, tras un objetivo político trascendente, como lo hizo en aquellos días «donde se concentraron muchos años»? ¿Por qué?, cuando ese mismo pueblo, desde muchos años atrás, sabe que lo están empujando hacía un despeñadero?

Lo que pasó en 1965 fue que la parte más activa del pueblo, y en un cierto momento, todo el pueblo, sintieron que la Constitución de 1963 y la vuelta al Gobierno Constitucional de Juan Bosch constituían su objetivo. Y resultó que desde finales de 1963, durante todo el año de 1964 y en los meses anteriores a abril de 1965, todas las luchas de los obreros, pobladores, choferes, estudiantes, el grueso de las clases medias y profesionales, una parte importante del ejército, la incipiente burguesía productora; todos estos sectores, que se pasaron aquel año y medio desarrollando pequeñas, medianas y grandes luchas reivindicativas, fueron encontrando un horizonte o un sueño común, en la Constitución de 1963 y en la necesidad de derrocar al gobierno golpista.

Eso fue lo que desató el «milagro» de aquella tempestad que arrasó con la ignominia que representó el gobierno del Triunvirato y la oligarquía rapaz que estaba detrás del mismo.

Y para que aquello ocurriera así, hubo un acontecimiento que señaló ese horizonte: el 28 de noviembre de 1963, Manolo Tavárez, a la cabeza del Movimiento Revolucionario 14 de junio, tuvo el gran acierto político de levantar la Consigna de Constitución de 1963 y Constitucionalidad sin elecciones, como banderas de la lucha de aquella formidable generación política, una parte de la cual perdió lo más preciado que tiene el ser humano, la vida, en aquella gran empresa.

¡Acierto político! De eso es que estoy hablando.

Y resulta que sesenta y un día antes que Manolo Tavárez, el más joven Coronel de las Fuerzas Armadas Dominicanas, llamado Rafael Fernández Domínguez, levantó la misma consigna, desde el mismo instante en que la fracción derechista y traidora de las Fuerzas Armadas, le hicieron el juego a la oligarquía desplazada del poder, haciendo posible el golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Juan Bosch.

A Manolo no le dio mucho trabajo que las decenas de millares de «castorcitas», se sacaran las lágrimas, superaran su dolor y empezaran a enarbolar esas Consignas en las millares de huelgas, paros, marchas, protestas, micromítines y resistencia que poblaron la República Dominicana desde enero de 1964.

El joven Coronel Fernández Domínguez tuvo que batallar más duro que Manolo al interior de sus hermanos de armas, porque la corriente más avanzada de estos, aunque estaba de acuerdo con la necesidad de derrocar al Triunvirato, una parte de ellos lo que concebían era derrocar al Triunvirato y organizar unas elecciones libres, para que el pueblo eligiera su gobierno.

Pero la cuestión es que a partir de los meses de noviembre y enero de 1963 y principios de 1964, el pueblo dominicano fue encontrando un «horizonte»; un objetivo político por el cual luchar; el ingrediente que faltaba para que todas sus luchas adquieran un solo note sentido. O sea, en 1964 y 1965, no había en el país una grave «crisis de alternativa», como hoy en día, cuando el pueblo se cansa de protestar, luchar, encojonarse, y sin embargo, no acumula fuerzas en dirección a un cambio de rumbo del país.

Manolo Tavárez, y en un ámbito y dimensión distinta, el Coronel Fernández Domínguez, contribuyeron como el que más a que el pueblo de aquellos años, encontrara un «horizonte», una «luz», hacía donde apuntar sus esfuerzos. Por eso la crisis institucional, económica y política (o sea, el tollo que creó el Triunvirato) no se trabó, en un callejón sin salida, al no existir una «alternativa». Lo que pasó después de abril de 1965, es otra historia. ¡Aparecieron los buenos de los yanquis a cambiar el rumbo del país y apoyar a la derrotada oligarquía dominicana! Pero esa es otra historia.

Lo importante es entender, tanto el inmenso papel de Manolo, el Coronel Fernández Domínguez y toda su generación política y militar, y comprender que la principal crisis que hoy padecemos es «una crisis de alternativas». O sea, «el pueblo dominicano no sabe para dónde va!

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