Dos profecías autocumplidas
rivales y un solo destino

Dos profecías autocumplidas<BR>rivales y un solo destino

RAFAEL ACEVEDO
Será, acaso, que también en lo social tiende a cumplirse la tercera ley de Newton o principio de acción y reacción, según el cual si un cuerpo ejerce sobre otro una fuerza determinada, el cuerpo que recibe hará a su vez una fuerza sobre el primero de la misma magnitud pero en sentido opuesto. Evidentemente, la sociedad no está compuesta por cuerpos sólidos sino por agrupaciones y conformaciones que tienen otra materia y dinámica, pero “la historia de la humanidad es la de la lucha entre sectores de intereses” y escenario de grandes rivalidades.

La historia de nuestro país nos muestra una lucha entre dos tesis o dos proyectos dialécticamente opuestos, sobre la viabilidad de nuestro Estado-Nación. Desde siempre, las contradicciones estuvieron presentes entre los que soñaban con una patria independiente y aquellos que insistían en ser un protectorado. El conflicto fue más claro que nunca en los aprestos de los anexionistas y los restauradores, los que creían y los que no creían en un futuro nacional.

El Fausto de Goethe se inicia con el diálogo entre Dios y Lucifer, según el cual se pone de manifiesto el afán de éste por demostrarle al Creador que su experimento, o sea, el hombre, ha sido un fracaso, a lo cual Dios le propone que ponga a prueba a Job, un hombre excelente pero con cierta debilidad por el reconocimiento social y bastante orgulloso de su propio saber. Satanás, entonces, como ahora, apuesta a que la humanidad es un proyecto fracasado y que es inútil el plan de Dios de sacar algo bueno del hombre.

José Saramago, citando al biólogo austriaco Konrad Lorenz, explicaba que según este, estamos en un grave error al querer encontrar entre los parientes primates un eslabón perdido en la cadena evolucionista, cuando  en realidad ese primate que supuestamente falta somos nosotros mismos, y lo que realmente falta es el hombre, de quien nosotros apenas somos un esbozo.

Pues en definitiva, hasta ahora, diría cualquier cristiano, no se sabe que está más adelantado, si el plan de Dios con respecto a la humanidad o lo opuesto, el plan del Diablo. Los dos planes, cuales profecías que se cumplen a sí mismas, están en proceso en cada minuto de nuestras vidas, en todo acontecer de nuestra sociedad. Estamos sometidos a prueba en cada una de nuestras acciones, en tanto que con cada acto hacemos el bien o hacemos el mal.

 Conozco muchas personas que apuestan a que con este país no hay nada que hacer, que esto se embromó. Muchos se cansaron de esperar a que los norteamericanos nos hicieran un segundo Puerto Rico; a manera de Buenaventura Báez o Pedro Santana, creyeron en la anexión, y han servido a los intereses foráneos más que a la idea de Duarte. No es claro que esas personas han tenido un pensamiento anexionista, pero sí he encontrado en ellas un común sentimiento de derrota,  de baja  autoestima como dominicanos, y un apremio exagerado por enriquecerse y ahorrar en dólares, y vincularse  lo más posible al estilo de vida estadounidense, no necesariamente alejándose del país, sino procurándose las mejores cosas de aquí y ubicándose en los lugares y grupos privilegiados, distantes e ignorantes de la suerte de la mayoría de los dominicanos.

Por ello, no podemos presumir inocencia, ni instinto de preservación o autodefensa en personas que  deshaciéndose de todo sentido de lealtad y solidaridad para con esta patria, se inclinan sin reparo a la tesis de que este país no tiene solución, al mismo tiempo que con su conducta conspiran para que así sea.

Hace casi un siglo que W. I. Thomas escribió su postulado según el cual, si las cosas se definen como reales, las consecuencias serán reales; las personas actúan, consciente o inconscientemente,  a favor de sus propios pronósticos, ayudando con su conducta a que éstos se cumplan. Son malos dominicanos los que profetizan lo peor para nuestro futuro y al igual que Lucifer hacen todo lo posible para que a nuestro proyecto de nación libre, próspera y soberana, se lo lleve el mismo diablo. ¿En cuál profecía participa usted: Hombre espiritual o mono carnal?

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