Dos reos lucen las prendas del diseñador francés.

Dos reos lucen las prendas del diseñador francés.

Historias y anécdotas que provocaron risas, lágrimas y aplausos fueron contadas por tres médicos de largo ejercicio en la tertulia denominada “Cátedra de los maestros de la cardiología”, realizada en esta capital.

Los doctores Luis José Soto Martínez, Pedro Marmolejos y Nelson Báez Noyer hicieron un apretado recuento de su ejercicio profesional ante decenas de colegas congregados en el auditorio de Laboratorios Rowe, por convocatoria de la Sociedad Dominicana de Cardiología, que preside el doctor Donaldo Collado.

Al revelar el medio ambiente en que nacieron y crecieron, los motivos que los estimularon a interesarse en la medicina y los escollos que superaron para titularse profesionalmente, expusieron una serie de vivencias que dieron colorido a la actividad, organizada por el periodista José Pimentel Muñoz.

Soto Martínez, quien con 87 años de edad es el de más edad, preciso que nació en 1929 en San José de Ocoa, que entonces era una aldea que no tenía médicos y que solo recibía los sábados a dos galenos provenientes de Baní que se pasaban el día en consultas.

Contó que se interesó en la medicina porque a un hermano le diagnosticaron un “soplo cardíaco” y él, con ocho o nueve años de edad, le prometió a su madre estudiar medicina “para saber lo que tiene mi hermanito”.

Estudió medicina en la Universidad de Santo Domingo, hizo práctica en el hospital Salvador B. Gautier, donde los doctores Manuel Tejada Florentino y Fernández Caminero lo estimularon a hacerse cardiólogo. Se graduó de médico en 1952 y fue a España a especializarse en cardiología en el Instituto Jiménez Díaz, de Madrid, donde obtuvo el título en 1954.

Soto Martínez contó que de España fue a Nueva York donde estuvo en dos hospitales y regresó al país después de 1961, participando más tarde junto al doctor Marcelino Vélez Santana en la estructuración a nivel nacional de la Asociación Médica Dominicana.

El doctor Marmolejos, nacido en Santiago en 1938, se considera de Nagua porque vivió allí junto a su familia desde los nueve meses de nacido. Desde pequeño tuvo la inquietud de ser médico porque una vez fue un médico a su casa con estetoscopio al cuello a examinar a su padre. Se hizo bachiller en Nagua en una época en que era mensajero de la Tesorería Municipal, ganando RD$15 mensual, y al propio tiempo músico de la banda municipal, devengando un salario de RD$4.50 al mes. Fue a duras penas que logró reunir los 150 pesos que se exigía en la década del 50 para la inscripción en la Universidad de Santo Domingo.

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