A esa lista debemos agregar dos tiranos y un dictador: Ulises Heureaux, Ramón Cáceres y Rafael Trujillo Molina, dominicanos, hombres de acción y guerra, coherentes y agresivos. El primero y el tercero, que vivieron a sangre y fuego sus largos mandatos, así murieron, y el segundo, víctima de una emboscada.
Con esta afirmación escrita luego de describir las muertes de sanguinarios, asesinos, sirvientes de la CIA, represivos, cínicos y burlones tiranos de América Latina, Euclides Gutiérrez se incorpora a la combatida corriente historiográfica que define al ex Presidente Ramón Cáceres como un autócrata.
La declaración del reconocido y exitoso autor que en menos de seis meses ha agotado cuatro ediciones de su libro Trujillo. Monarca sin corona, está contenida en otra obra que puso a circular la semana pasada: Los magnicidios dominicanos
El volumen es más que la descripción y el análisis de los asesinatos de mandatarios criollos y de otras latitudes, desde el haitiano Jean Jacques Dessalines hasta Anastasio Somoza Debayle, Tachito, en Paraguay.
Rebate aseveraciones repetidas en torno a las tramas contra Lilís y Trujillo, describe agentes encubiertos de Norteamérica en el país, involucra a Donald Reid Cabral y Ángel Severo Cabral en el complot contra el Generalísimo.
Los Estados Unidos a través de sus agentes, tenían conocimiento de esa situación, dice refiriéndose al ajusticiamiento del llamado Jefe, y agrega que para fines de 1960 dos hombres de su confianza se incorporaron al grupo: Donald Reid Cabral y Ángel Severo Cabral.
Otra novedad es la versión de Ramón Menéndez García (Papo), sobrino nieto del dictador, quien la recibió del senador George Smathers, participante en una cena ofrecida por Eduardo León Asensio cuando era embajador en Washington. Se trata de la visita a Trujillo por encargo de Kennedy para convencerlo de que abandonara el poder.
El Perínclito prácticamente sacó a Smathers del despacho y le respondió que mientras Fidel Castro estuviera gobernando Cuba existía un grave peligro comunista para la República Dominicana.
Narra muchos otros nuevos datos relacionados con el tiranicidio de mayo. Es apreciable la relación que hace el académico y abogado de todos los intentos anteriores para liquidar al dictador, algunos publicados por primera vez con impresionantes detalles, desde los levantamientos de Cipriano Bencosme y Desiderio Arias, los complots de Aníbal Vallejo y Leoncio Blanco y los de muchos otros, frustrados, hasta el definitivo de 1961.
Euclides Gutiérrez se atreve a hacer puntualizaciones tan arriesgadas como el destino de la fortuna de Trujillo aun 48 años después de su eliminación y a juzgar el interés de los autores de la ejecución de Cáceres sobre quien afirma que mantuvo el orden con medidas represivas que no vaciló en aplicar, particularmente en la Línea Noroeste
Un grupo de jóvenes, la mayoría pertenecientes a familias importantes de la capital y otras regiones del país, encabezados por Luis Tejera, hijo de Emiliano, Ministro de Relaciones Exteriores de Cáceres, motorizados por razones personales y apetencias de cargos públicos, planificaron desde 1909 el secuestro del presidente con intenciones de imponerles condiciones a sus decisiones gubernamentales, apunta refiriéndose a quienes llevaron a cabo la liquidación de Cáceres Vásquez el 19 de noviembre de 1911. Describe la famosa Guardia de Mon, líder de un gobierno enérgico, con firme base social, muchas veces dictatorial y represivo porque las circunstancias lo imponían y concluye apuntando que tiene a su favor no haber sido un instrumento incondicional de la política de los Estados Unidos.
Oportunista e insensato
En Los magnicidios dominicanos se encuentran, además, perfiles humanos y sociales de los dictadores y de otros mandatarios dominicanos que no fueron tiranos, a los que Gutiérrez Félix enjuicia con dureza. De Carlos Morales Languasco, por ejemplo, dice que era culto, ambicioso, oportunista, que no reunía condiciones políticas, perdía su autoridad, era inestable y terminó encabezando una revolución contra su propio gobierno, episodio risible que concluyó con su renuncia como Presidente.
En cuanto a Heureaux se aparta del ya gastado anecdotario para contar infinidad de pormenores ignorados de su vida, temperamento, instinto traicionero, espíritu agresivo y una personalidad altamente peligrosa, impredecible y profundamente compleja. Contradice especies reiteradas sobre su ajusticiamiento en Moca y reproduce gran parte de El Código de la Muerte del denominado La Pantera Negra de Santo Domingo.
El catedrático discierne sobre el papel de la alta jerarquía católica, aliada y uno de los fieles soportes del régimen trujillista, y en torno a la presidencia de monseñor Meriño, de la cual no escapa la mención del funesto decreto de San Fernando que condenaba a muerte a todo aquel que fuese apresado por tomar las armas contra el gobierno, pacificando el país a sangre y fuego….
Los magnicidios dominicanos del político, abogado y secretario de Estado se inician con el asesinato de José Antonio Salcedo, Pepillo, fusilado por órdenes de Gaspar Polanco.
El reducido grupo de sus enemigos cometió un crimen aborrecible, que la posteridad ha rechazado reconociéndole y restituyéndole su proceridad, consigna.
Termina con el cuarto, el de Trujillo, ajusticiado el 30 de mayo de 1961 cuando transitaba solitario por la orilla del Mar Caribe, en su pequeño sedán Chevrolet, sin escoltas ni oropeles….
El volumen consta de 219 páginas ilustradas con abundantes fotos nítidas, algunas inéditas. La edición estuvo al cuidado del escritor Cándido Gerón.