Dos viudas de un mismo muerto

Dos viudas de un mismo muerto

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Un periodista amigo mío me contó la historia alucinante de una viuda que fue despojada de su herencia por leguleyos y burócratas.  Cuando comenzó su narración pensé que iba a oír un vulgar relato de codicia familiar; o el tedioso recuento de abogados pillos que, al organizar papeles sobre impuestos sucesorales, cobran crecidos honorarios o exigen a los deudos el traspaso a su nombre de propiedades infravaluadas mañosamente.

Pero no se trataba de las trapacerías habituales.  El marido muerto de la señora de esta historia contrajo matrimonio después de estar enterrado.  Para eso fue preciso falsificar el acta de defunción, hacer desaparecer los documentos municipales del cementerio y arrancar la lapida .  La resurrección burocrática y jurídica permitió que el muerto contrajera matrimonio con otra mujer.

Esta nueva acta fue instrumentada por un oficial civil; encima de ella se pegaron las correspondientes estampillas de Rentas Internas, sobre las cuales aparecían los matasellos y firmas de rigor.  La mujer que figuraba en los documentos como esposa del muerto era una señora con dos hijas, quien sufría una «enfermedad terminal».  A poco tiempo de celebrar su matrimonio notarial, documental y «póstumo», la señora enferma falleció.

Sus hijas, asistidas por abogados, notarios y funcionarios públicos, reclamaron la herencia de la primera viuda de la primera muerte.   Los malhechores burocráticos habían vuelto a enterrar el muerto, en otra fecha, con otros documentos, en otro cementerio.   La viuda «original» fue desalojada de su vivienda por los hijos de la que llamaremos «viuda prima», imitando a los matemáticos.

La viuda documental nunca conoció a su esposo; los hijos notariales del difunto marido de la viuda original, como es obvio, no conocían al padre que les legaba casas, tierras y cuentas bancarias.  Los malhechores burocráticos tenían todos los «amarres» para repartir los bienes con los herederos apócrifos.   Recomendé a mi amigo periodista que enviara esta historia a Baltimore para que fuera depositada en la tumba del poeta Edgar Allan Poe.

En Santo Domingo los carros robados son robados otra vez; la policía los roba a los dueños que, de este modo, son despojados dos veces:  por los ladrones y por «las fuerzas del orden».  De estas noticias no puede decirse que son «alucinantes».   Pero tienen la misma estructura novelesca de la historia del matrimonio post-mortem.   Es igual que los expedientes sin presos y los presos sin expedientes.

El servicio de energía eléctrica en Santo Domingo es una estructura de «aliteración tramposa», para usar una expresión pedantesca sacada de la teoría literaria.  Los asesores de la CDE se convierten en dueños de la mitad de unos bienes; luego quiebran, venden su porción perdida al dueño de la otra mitad, obligándolo a pagar deudas por espacio de doce años.   También se otorgan prestamos a altas tasas de interés y se venden sus propios medidores de energía que, por supuesto, miden tramposamente a base de una tarifa tramposa.

Ahora tenemos otra «historia secuencial».  Los «capos de poste» cobran por permitir que los habitantes de los barrios pobres se conecten a las líneas de distribución; los auditores técnicos en electricidad, y los «expertos gancheros», cobran un porcentaje de la energía ahorrada o robada por sus clientes.  En nuestro país hay un refrán burlesco que reza: «ladrón que roba a ladrón tiene asegurado un colchón».

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