Dos voluntarios especiales en el Pomier

Dos voluntarios especiales en el Pomier

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO
El trabajo voluntario es el trabajo más difícil de conseguir, puesto que demanda del desprendimiento real: aporte del tiempo personal, del esfuerzo personal, de recursos personales, y todo sin esperar más agradecimiento que el que pueda salir espontáneamente de la gente que se ayuda.

En El Pomier, donde está la Reserva Antropológica y Monumento Natural del mismo nombre, hemos tenido muchos voluntarios. En realidad, todo el trabajo, salvo algunas excepciones, ha sido trabajo voluntario, mucho más de dominicanos que de otros países. Sin embargo, valoramos más el trabajo voluntario de extranjeros porque éstos no están obligados con un patrimonio que nos toca proteger a los dominicanos. No obstante esa obligación, hemos tenido la suerte de contar con trabajo voluntario proveniente de extranjeros realmente valioso.

En la actualidad se encuentran trabajando en las Cuevas del Pomier dos voluntarios ingleses que merecen una mención muy especial. Son Tom Crawshan y Stephanie Newman, quienes llegaron al país a través de la organización “Eye to Eye” (“I to I”), y de inmediato se presentaron para trabajar voluntariamente en esta importante reserva cultural de la Provincia San Cristóbal.

Las labores que han estado realizando Tom Crawshan y Stephanie Newman se alternan entre el levantamiento de información censal entre las comunidades, relacionado con las condiciones ambientales y la labor de saneamiento; el relevamiento del arte rupestre aborigen; y la instrucción entre niños y jóvenes sobre el idioma inglés.

De estas labores pudiera decirse que su realización puede ser llevada a cabo con algo de preparación y otro tanto de voluntad. Y es cierto, pero ocurre que tanto Stephanie como Tom, además de que cuentan con la habilidad del dibujo, han añadido a su trabajo una importante dosis de simpatía entre los y las jóvenes de la Capital Prehistórica de las Antillas, que les ha hecho merecer mucha más aceptación que otros extranjeros que se han hecho presentes solidariamente en esta zona.

Probablemente, esta aceptación se deba a que los jóvenes ingleses se han mostrado mucho más abiertos a conocer la realidad social, económica y cultural de la gente de El Pomier. Y esto les ha ganado más simpatía que los colaboradores anteriores, algunos de los cuales quizás no hicieron todo lo suficiente por penetrar entre la gente, como lo han hecho Tom y Stephanie.

Se puede asegurar, sin temor a dudas, que la presencia de los jóvenes Newman y Crawshan ha aportado mucha información para la comunidad de El Pomier. Pero también es cierto que los jóvenes ingleses han ganado mucho también en materia de cultura y conocimiento de la gente. Al salir de la República Dominicana se llevarán consigo una cantidad de información que no la hubiesen logrado desde sus casas o desde sus centros de estudios, y hasta es probable que esta información les sirva para otros aspectos de su desarrollo personal.

Esto así, porque no todos los días se tiene la oportunidad de penetrar a un lugar que tiene tanta importancia para el mundo cultural, arqueológico y antropológico como la tienen las Cuevas del Pomier. Tanto Stephanie Newman como Tom Crawshan están repitiendo en estos momentos aquel descubrimiento que a título de Inglaterra hiciera Robert Schomburgk en 1849, hace ya 156 años, cuando el entonces cónsul británico reportó por primera vez al mundo la existencia de pinturas y grabados rupestres aborígenes en la Isla de Santo Domingo y en El Caribe, al reportar el hallazgo de éstos en las cuevas número uno y número cuatro de El Pomier.

Tom y Stephanie, cuando terminen su trabajo voluntario en las Cuevas del Pomier, se llevarán vivencias que no les será fácil repetir u olvidar. Y a nosotros nos dejarán un profundo agradecimiento por el desprendimiento y entusiasmo con que han realizado su trabajo voluntario.

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