Hace 12 años el país firmó junto a Estados Unidos y Centroamerica el afamado acuerdo de comercio denominado DR-Cafta, una de cuyas cláusulas señalaban la liberación futura de 1,108 líneas arancelarias que abarcan 962 productos.
Desde ese entonces, tanto el gobierno como los sectores productivos (industriales, agropecuarios, comerciales, entre otros) tuvieron conocimiento acerca de que la desgravación le significaría un reto en el orden de la competencia y la competitividad, más allá de la limitada frontera que representa competir en el mercado nacional.
Con gran sorpresa hemos visto a varios de estos sectores dirigirse a Palacio para plantear su reiterada preocupación acerca del impacto que tendrá la desgravación en términos de empleos, producción, exportaciones y seguridad alimentaria en nuestro país. Los conceptos de investigación, innovación y eficiencia productiva parecen encontrarse divorciados de todo el conjunto de la gestión empresarial dominicana, a pesar de que es evidente que nos encontramos en un entorno de fiera competencia en la gestión de negocios internacionales, siendo estos valores imprescindibles para poder competir ventajosamente en los mercados globales de este tiempo. Ante este nuevo acercamiento al gobierno, es oportuno recordar que hace algunos años se lanzó la estrategia conjunta gobierno-sector privado: «En ruta al 2015 para el fortalecimiento de las capacidades para competir». Todavía los sectores productivos aspiran al mejoramiento de los bajos niveles de competitividad existentes en la actualidad. A pesar de ello, aun se repiten los mismos esfuerzos llevados a cabo por los mismos protagonistas en procura de resultados que aun no se obtienen. Parece que hace falta asumir la frase de Steve McDonald: «Nosotros tenemos ya un nuevo orden mundial. Si aun no te has dado cuenta, quiere decir que no estás prestando atención».