Dr. Héctor Mateo: una vida intachable

Dr. Héctor Mateo: una vida intachable

Mi maestro Juan Bosch decía: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Vivimos la inmediatez, la cultura de la prisa, lo visual y lo tangible. El mercado nos ha enseñado a depender del dinero. A la existencia la ha conquistado el confort, la belleza, lo energizante, la juventud y relativimismo ético. Al altruismo social le puso de rodilla el asistencialismo y clientelismo. El hombre del siglo XXI parece que respira la vanidad y pierde el ideal, la consistencia espiritual y moral. Al menos, es lo percibido de forma generalizada y masiva desde el primer mundo y en los países en vías de desarrollo.

Hoy sabemos que hay ausencia de referentes, de líderes consonantes y de personas intachables. Sin embargo, en todas las sociedades viven y existen personas practicando y ejerciendo una vida altruista, transparente y honorable en lo público y lo privado. Confieso y doy testimonio del rostro y la palabra del mismo ser en lo privado y lo público llamado Héctor Mateo Martínez. Conocerle, olfatearle, seguirle los pasos; hurgar su historia y leer su biografía y la curva vital de su vida desde la A la Z. Reafirmo que es un hombre bueno y noble en lo privado y lo público. Me tocó verle recibir la distinción de la Fundación Corripio a distinguidas personalidades: Ada Balcácer, Jorge Aguayo, Rosario Espinal y Héctor Mateo. Cada uno trascendente en lo que hacen. Pero vi un profesional nonagenario, de piel arrugada, con pasos de prisa y cabellos blancos dar las gracias. Al escuchar al amigo de dos décadas, Héctor Mateo, me sentía seducido, conquistado y privilegiado de su amistad. Dejó constancia de la gratitud de él y sus compañeros a la Fundación y la Sociedad Dominicana. Con sus palabras comprometió a los presentes a responder como generación al compromiso con la patria como lo hicieron Juan Pablo Duarte y los trinitarios; para luego recordar a los valientes de la raza inmortal que enfrentaron a la tiranía trujillista. A la generación presente, el Dr. Héctor Mateo les llamó al compromiso moral y ético de luchar por una democracia con equidad. Les confieso que temí por el amigo: mientras hablaba su voz se entrecortaba y se apoyaba con su mano izquierda; un hombre de rostro conocido, de palabras sabias y de caminos sabios que daba constancia de una existencia que soporta auditoría en lo público y lo privado, y que una fundación lo reconociera en vida, era la extensión de la validación del reconocimiento de sus pacientes, sus compueblanos de Cotuí y de sus amigos. Héctor Mateo no fue mi profesor, ni mi jefe, ni mi generación, ni mi padrino, etc. Es un amigo, al que escucho y aprendo cada vez que la vida nos reúne y nos confesamos lo que pensamos de lo público y lo privado.

Por suerte, me tocó estar esa noche junto con sus nietos; una fila delante de su hijo, y de la gestora cultural Verónica Sensión. Allí se respiraba gratitud, fidelidad, admiración, respeto, compasión y empatía. Me sentí más cerca del amigo Mateo cuando al terminar sus palabras, hacía la denuncia de cómo gente de Cotuí vive en pobreza, descalzos y contaminados, pisando oro y riqueza de la que no disfrutaban. ¡¡Oh Dios! Esas palabras silenciaban al público, y yo le puse la mano en el hombro a Verónica. Esa es la historia de un hombre de servicio, de compromiso y de entrega, que no le pasa factura ni la historia, ni a la existencia. Héctor Mateo Martínez es un viejo transparente y vertical que ha demostrado que se puede vivir con dignidad en lo público y lo privado.

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