Hace casi cuatro décadas se identificó el grave problema de un sistema de drenaje pluvial prácticamente inexistente en la capital de la república y a los que propugnaban por su realización los gobernantes de turno les premiaban con un rotundo “no es posible” porque el costo de esa importante obra necesitaba un voluminoso presupuesto que el Estado no podía aportar.
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Con el paso de los años los intentos de prevenir inundaciones se fueron esfumando en la acumulación de desechos sólidos que los ayuntamientos no han podido manejar con efectividad y la basura tapona los pocos improvisados desagües de que disponen muchos barrios y residenciales de la capital siendo la causa eficiente de las inundaciones que recientemente han golpeado a la ciudad.
Las víctimas mortales de las lluvias recientes pasarán a ser una dolorosa forma de educación pública porque la lección de la tragedia del río Fula en Bonao pudo haber sido aprovechada para recordar a la población los sorprendentes cambios de la naturaleza que no pide permiso para demostrar su poder.