Drogas

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El crecimiento del microtráfico de drogas debe conducir a un rediseño de las estrategias de combate del negocio ilícito de sustancias controladas.

Del mismo modo que el gran tráfico de narcóticos ha modificado su proceder, induciendo demanda sobre la base del pago en especie por los servicios de distribución y venta, la autoridad debería mejorar su capacidad de lucha.

Las autoridades antinarcóticos han admitido que el narcotráfico ha infiltrado sus líneas y que desde dentro se le suministra información para mantenerlo al tanto de los operativos en su contra.

Pero además, nadie duda que hay una relación muy estrecha entre las drogas y el aumento de la criminalidad. Muchos adictos a las drogas delinquen para reunir el dinero de las próximas dosis, segando inclusive vidas útiles para arrebatarles baratijas como un simple teléfono celular.

-II-

El director de Casa Abierta, Raddamés de la Rosa, afirma que el país está fracasando en la lucha contra las drogas porque, según sostiene, no existe voluntad política de cambio ante el problema.

Sea por lo que fuere, no se han visto los resultados de la batida contra el microtráfico, contra miles de puntos de drogas que operan en todo el territorio nacional.

En ocasiones la Policía ha aventurado cifras sobre el número de puntos de venta de drogas que operan en el territorio nacional, llegando a asegurar que serían unos 20,000.

No sabemos si esta cifra tiene su origen en algún trabajo de inteligencia o si se trata de simples conjeturas, pero lo cierto es que en muchos barrios las drogas se venden a la vista de todos.

Como el gran tráfico paga en especie parte de los «honorarios» de sus servidores, y a esos «honorarios» hay que buscarles mercado, ha de deducirse que ese proceder ha contribuido a aumentar los puntos de oferta y debe haber inducido aumento de la demanda.

-III-

Aquí y en cualquier otra parte el negocio de las drogas maneja enormes cantidades de recursos económicos y esto le da acceso, incluso, hasta a las conciencias de autoridades.

Esa ventaja se suma a otra: tratándose de una actividad ilícita, no median en el proceder de quienes operan este negocio principios y pruritos que sí deben mediar en las actuaciones de las autoridades.

Estamos ante un enemigo peligroso, que no escatima recursos ni esfuerzos y que está siempre dispuesto a pernear a autoridades, partidos políticos e instituciones.

Para nosotros, lo de menos debería ser que Estados Unidos nos clasifique de la manera que crea más conveniente a sus intereses. En cambio, debe preocuparnos profundamente el hecho de que el negocio de las drogas es una seria amenaza contra nuestras instituciones, contra nuestra sociedad. Debe preocuparnos que haya motivos para entender que estamos fracasando en nuestra lucha interna contra las drogas.

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