Duarte acostumbrado al soslayo

Duarte acostumbrado al soslayo

Han sido tan frecuentes las ocasiones que el Padre de la Patria no solo ha sido dejado de lado sino preterido que ha llegado a convertirse en una «costumbre», obviamente de muy mal gusto, empezando por la trama perpetrada por los áulicos de Lilís quienes para minimizado le agregaron dos padres de la patria y prohibieron de modo tajante «menear el altar» para evitar la caída de los santos.

En todos los países se admite un padre de la patria y múltiples héroes adicionales, Venezuela reconoce a Bolívar aún con la existencia precursora de Francisco de Miranda; Cuba a Carlos Manuel de Céspedes, no obstante la labor hercúlea de Martí, Gómez y Maceo; Haití a Dessalines, pese a la inmensidad de Toussaint; México a Hidalgo aun con la labor de Morelos, Guerrero y Juárez, en Argentina es José de San Martin, no obstante su exilio perpetuo, en nuestro ámbito se estimó que esa distinción era muy grande para Duarte y le agregaron dos acompañantes que no se aproximaron a su estatura cimera.

En la «Era de Trujillo» luego de crear la Orden Duarte se decidió retomar la tríada impuesta por Lilís y se ordenó derogar la Orden Duarte para reemplazarla por la orden de Duarte, Sánchez y Mella (aún vigente) preparando el ambiente para el próximo paso que era declarar un nuevo «padre de la patria nueva», como sería designado Trujillo.

Si seguimos observaremos cómo se ha mantenido esa cadena de soslayo hacia el Padre de la Patria. La idea de la fundación de la República fue de su exclusividad, solo él pensó en la viabilidad de algo que se estimaba utópico, los demás lo siguieron. Si hoy podemos ir a Samaná sin solicitar visado francés se debe a su exclusiva agresividad patriótica, como sentenció Juan Isidro Pérez (un verdadero duartista) fue el único vocal de la Junta Central Gubernativa que se opuso a la enajenación de la bahía y península de Samaná.

El enojoso espejo de Guantánamo (donde está ubicada la base de E.U.) no se logró imponer en nuestro país por el coraje de Duarte, aún a costa de su destierro a perpetuidad. Prefirió el acíbar del exilio que regresar y tener que afiliarse en los bandos dominantes: ora Santana, ora Báez que no representaban la esencia del proyecto de dominicanidad que él había auspiciado. Solo retorna cuando se entera que ese proyecto había sucumbido y solicita ser incorporado como simple combatiente, pero de nuevo es atropellado porque el baecista Pepillo Salcedo no podía tolerar la presencia de un patriota intransigente que se opondría a cualquier transacción no santa con el enemigo, de nuevo fue soslayado y deportado de modo «diplomático».

En sus postrimerías durante el gobierno del verde desteñido (tirando a rojo) Ignacio María González le enviaron una carta de «solidaridad» obviando que vivía en la miseria absoluta en Venezuela, Luperón (el indiscutido continuador de sus ideas) le enmendó la plana al Presidente desde Puerto Plata, proclamando: “Ni siquiera nuestro Gobierno le ha mandado a decir “Duarte ¡Ven a tu patria! Ven a morir al lado de los tuyos! Lo ha mirado con indiferencia! Ni aun de esa Capotillo (Goleta) ha podido disponer para traerlo!… y sí ha tenido de qué disponer para enviar comisiones a Europa!”. El soslayo ha sido constante.

El tema es prolífico pero debemos sintetizarlo, no podemos eludir el momento contemporáneo, el revuelo provocado por el famoso espacio pagado del Senado de la República confundiendo la fecha natalicia de Duarte con la correspondiente a su defunción. No pretendo erigirme en defensor del Senado absolutista, ni mucho menos de la soberbia que en los últimos tiempos exhibe su Presidente, pero debemos resaltar dos aspectos: 1ero.

En ese hemiciclo se trató de hacer justicia al refrendar el proyecto de la senadora Cristina Lizardo que procura declarar el 26 de enero como fecha festiva por el nacimiento de Duarte, además no obstante el error en su espacio pagado es plausible la intención de vindicar a Duarte. 2do. El proyecto de referencia perimió por la desidia de la Cámara de Diputados (donde inciden los dos principales partidos del sistema) con el agravante que esta Cámara no publicó un espacio pagado cometiendo el error del Senado, sino que prefirió omitir todo recuerdo a la celebración de la fecha natalicia de Duarte, indagué en todos los periódicos tratando de auscultar ese comunicado y no lo encontré, para esa Cámara Duarte no existe.

Es indudable que su recuerdo está vinculado al soslayo, porque su intransigencia patriótica siempre ha sido intolerable para importantes sectores de poder. No es fortuito que todavía no se ha formado el comité para la celebración del Bicentenario de Duarte, por la necesaria erogación de fondos especiales para ese acontecimiento se trata de una actividad que escapa al Ministerio de Cultura y corresponde al Poder Ejecutivo su designación, pero luce que se repetirá lo acontecido en 1913 que el Centenario de Duarte fue soslayado porque las banderías políticas de la época estaban abocadas a sus odiosas pendencias politiqueras. No se equivocó Carlos Marx al corregir a Hegel cuando proclamó que la historia se repetía primero como tragedia y luego como farsa.

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