Duarte, ayer  y hoy

Duarte, ayer  y hoy

Martha Pérez
Ciento noventa y tres años han pasado, desde el   26 de enero de 1813, cuando nació Juan Pablo Duarte y Diez, hijo del emigrante español Juan José Duarte y de la seibana Manuela Diez y Jiménez. Un jóven dominicano cuya trayectoria personal y política descrita en una apasionante  historia todavía es debate,  desde las páginas de importantes textos hasta las opiniones en vivo de  tertulias entre intelectuales; pero sin dudas de que este gran hombre es símbolo y ejemplo de la historia dominicana.

De acuerdo a algunos historiadores dominicanos, el padre de Juan Pablo Duarte había emigrado hacia la República Dominicana después de firmado el Tratado de Basilea en 1795 y que salió del país con su familia con destino a Puerto Rico, luego de la ocupación de una zona del país en 1801 por parte de las tropas de Toussaint, regresando al término de la guerra de la reconquista en 1809, cuando el país volvía a ser colonia española.

El padre de Duarte era un hombre trabajador que ejerció su labor tesoneramente y con provecho. En la época, su labor era única en su genero en la ciudad; un prospero negociante de efectos de marina y ferretería en general en la zona portuaria del Ozama. Conforme a versiones de historiadores, fue el único comerciante peninsular que en los momentos difíciles del principio de la ocupación haitiana en 1822, se negó al  manifiesto de adhesión a Haití. Además de Juan Pablo Duarte, procreó otros hijos, Vicente Celestino, nacido en Puerto Rico, Filomena y Rosa, y otros que murieron en la infancia.

Este hombre, al parecer, tenía un sentimiento colonialista; aunque se opuso a la adhesión a Haití, siempre favoreció que nuestra nación fuera colonia española, sentimiento que estaría determinado por su origen de nacimiento. En cambio, su hijo Juan Pablo abrazó la idea nacionalista y encaminó todos sus esfuerzos para que nuestra isla fuera libre e independiente de toda fuerza de dominación extranjera.

Juan Pablo Duarte, por diferentes razones y circunstancias se vio obligado a ausentarse del país, ausencia que aprovechó, sin abandonar su ideal independentista, para cultivar sus conocimientos con estudios de lenguas, de Derecho y de las ciencias sociales, como lo demuestra su paso por New York, Francia y Barcelona; ya antes había estudiado Filosofía y Derecho Romano en la Universidad de Santo Domingo. En su paso por algunos países europeos pudo experimentar las vivencias de la efervescencia política que reinaba en ese continente, donde se confrontaban cuatro grandes doctrinas: el romanticismo, el liberalismo, el nacionalismo y el socialismo utópico.

En esta época, estas corrientes no limitaban su confrontación a un simple marco teórico, cada una de ellas, con más o menos incidencia, promovía sus conceptos con movimientos de masas. Es probable que Juan Pablo Duarte se sintiera atraído por algunas de estas doctrinas, pero lo concreto es, que Duarte abrazó el nacionalismo haciendo posible la independencia de la República Dominicana junto con un grupo de buenos dominicanos, entre éstos, Ramón Matías Mella, Francisco del Rosario Sánchez, su hermano Vicente Celestino, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandro Pina.

Para hacer posible su propósito independentista, organizó un movimiento clandestino, por la tenaz persecución del gobierno represivo de Boyer contra él y sus compañeros, al cual dieron en llamar “La Trinitaria”, cuyas características se fundamentaron en modelos europeos conocidos por Duarte en su paso por ese continente, básicamente de los “carbonarios”, llevando como lema “Dios, Patria y Libertad”.

Duarte también recibió la sicuta de la traición, cuando Tomás Bobadilla se alió a Pedro Santana gestionando la adhesión de nuestro territorio a Francia, a través de su representante en el país; traición que pese a la lucha de clases que desató, no fue obstáculo para que Duarte y sus compañeros alcanzaran su propósito independentista.

Este nuevo natalicio del patricio Juan Pablo Duarte, nos  llega, a los dominicanos, en un momento en que nuestra sociedad transita hacia el cambio y el  progreso, hacia la modernización y la institucionalidad tomando como base los principios, el pensamiento y el ideario de Juan Pablo Duarte y sus compañeros, no sin quedar al acecho de pretensiones infundadas, mal intencionadas y desnaturalizadoras desde varios horizontes, que se empeñan en apostar a una “echada del pulso” entre el curso en que van las cosas y el que quieren ver venir. Pero, afortunadamente, contamos con un gobernante,  el doctor Leonel Fernández, que toma el nacionalismo, el patriotismo y la libertad, como  pan nuestro de cada día; y un pueblo dominicano para el que Duarte es, ayer y hoy, símbolo de su independencia y soberanía.

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