Duarte: Ayer y siempre

Duarte: Ayer y siempre

SERGIO SARITA VALDEZ
Treinta años representan una generación de ciudadanos, es decir, un período de tiempo en el que se pueden distinguir dos poblaciones, dentro de un mismo territorio, que hablan de lo viejo y lo nuevo. Precisamente, tres décadas han transcurrido desde que el Consejo Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura premiara al doctor Carlos Federico Pérez y Pérez por su ensayo El pensamiento y la acción en la vida de Juan Pablo Duarte.

Luego pasados esos seis lustros y por instancias de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, bajo los auspicios de BanReservas, se reedita el libro en julio de 2007.

Son 278 páginas que debían convertirse en material de lectura y reflexión obligatoria en todas las escuelas del país, puesto que en la obra se perfila la vida del más puro de los dominicanos, el patricio Juan Pablo Duarte, enfocando su existencia tomando en cuenta en un primer plano el entorno histórico-social que le tocó vivir, vale la pena decir, las ideas políticas que dominaron el ambiente de su época, junto a las condiciones económicas y jurídicas en que languidecían los habitantes de la parte este de nuestra isla.

Fueron los tiempos de la España Boba, de la independencia efímera y la ocupación haitiana los que alimentaron al niño venido al mundo el 26 de enero de 1813 en la ciudad de Santo Domingo. Acota Carlos Pérez que para el adolescente Juan Pablo «lo que tuvo valor esencial y decisivo en la formación de los cimientos ideológicos del futuro patricio fue el viaje de estudios al extranjero, al cual lo envió su padre, a fin de abrirle horizontes más amplios que los que podía contemplar en su país, donde ellos eran cada vez más estrechos y nebulosos». Narra el autor que de una manera humillante e hiriente el capitán del velero que transportó a Duarte a Nueva York le preguntó acerca de su nacionalidad, éste le contestó que era dominicano, a lo que su interlocutor ripostó negándole tal calidad de ciudadanía. Dicho incidente «clavó en el alma como una flecha ardiente la decisión de consagrarse, aún a costa de la vida, a eliminar los obstáculos que impedían a él y sus coterráneos el disfrute de un gentilicio propio como hombres libres».

A los que han hecho del anti-haitianismo una lucrativa profesión, el fundador de la nacionalidad dominicana les ofrece su apreciación de los haitianos: «Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo cómo los vence y cómo sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor…».

Para aquellos que asumiendo el pensamiento anexionista de Santana o de Báez, presentándose como sus herederos, Juan Pablo Duarte les advierte: «pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido gloriosamente su sangre ¿lo habrán hecho sólo para sellar la afrenta de que en premio a sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano? ¡No más humillación! ¡No más vergüenza! Si los españoles tienen su monarquía española, y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han constituido la República Haitiana ¿por qué han de estar los dominicanos sometidos, ya a la Francia, ya a la España, ya a los mismos haitianos, sin pensar en constituirse como los demás? ¡No, mil veces! ¡No más dominación! ¡Viva la República Dominicana!.. No es de esperarse que yo deje de protestar (y conmigo todo buen dominicano) cual protesto y protestaré siempre, no digo tan solo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la Tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra Independencia Nacional y cercenar nuestro territorio y cualquiera de los derechos del Pueblo Dominicano».

Recién nacida la Patria y llegado a Puerto Plata se le pide dirigir los destinos nacionales, oferta que declina y en su lugar aconseja: «Sed felices, hijos de Puerto Plata, y mi corazón estará satisfecho aun exonerado del mando que queréis que obtenga; pero sed justos los primeros, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre; y sed unidos, y así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la Patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro: el veros libres, felices, independientes y tranquilos».

En su proyecto de Constitución nos regala Duarte el Artículo 6: «Puesto que el Gobierno se establece para el bien general de la asociación y de los asociados, el de la Nación Dominicana deberá ser siempre y ante todo, propio y jamás ni nunca de imposición extraña, bien sea ésta directa, indirecta, próxima o remotamente; es y deberá ser siempre popular en cuanto a su origen, electivo en cuanto al modo de organizarle, representativo en cuando al sistema y responsable en cuanto a sus actos…».

Cerramos el comentario sobre El pensamiento y la acción en la vida de Juan Pablo Duarte seleccionando del capítulo XIII titulado Una mirada al verso, este bello fragmento patriótico de fragancia martiana: Es cual rosa de montaña, / de Quisqueya flor sencilla, / que da vida y no mancilla / ni tolera flor extraña.

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