Duarte en la bandera

Duarte en la bandera

POR MIGUEL RAMON BONA RIVERA
El 26 de enero de 1813 nació Juan Pablo Duarte. Celebramos hoy un nuevo aniversario de su nacimiento, y como es tradición ya, el Instituto Duartiano llevará a cabo hoy una serie de actos en honor al fundador de la República. A las nueve de la mañana, misa solemne en la iglesia de Santa Bárbara, la misma iglesia en donde fue bautizado Duarte, el 4 de febrero de 1813. A las diez de la mañana, acto solemne de enhestamiento de la bandera dominicana en la parte frontal del Instituto Duartiano. Inmediatamente después, desfile y ofrendas florales en el Baluarte del Conde y en el Parque Duarte.

Tras el triunfo de la guerra de la reconquista en 1809, en la que el genio de Juan Sánchez Ramírez venció a los reductos de la ocupación napoleónica, Santo Domingo volvió a quedar incorporada a España, bajo el reinado de su majestad católica Fernando Séptimo.

Para cuando nació Juan Pablo Duarte, pues, ondeaba en lo alto de la torre del homenaje y en los edificios públicos de la colonia, la bandera de la corona española. Ese fue el lienzo que vieron sus ojos infantiles flotando en lo alto como pabellón nacional.

No cumplía Duarte aún los nueve años de edad, cuando su mirada de párvulo quedó sorprendida y admirada al contemplar enhestada en lo alto de la fortaleza del Ozama una nueva bandera, la mañana del 1ro. de diciembre de 1821.

Se trataba de la bandera de la Gran Colombia, bajo cuya égida se proclamó la independencia efímera. Era la bandera de las tres franjas horizontales amarilla, azul y roja, adoptada por los padres de la independencia de Venezuela, Colombia y Ecuador, y a cuya federación libertaria pretendía afiliarse José Núñez de Cáceres en su intento de constituirnos en una nación independiente.

Núñez de Cáceres envío sendos mensajes diplomáticos al presidente de Haití, general Jean Pierre Boyer, anunciándole la proclamación de la independencia de la parte este de la isla, pero la respuesta de Boyer fue organizar de inmediato una invasión al frente de un ejército de más de doce mil hombres, que entró a nuestro territorio por la parte norte, atravesando el Cibao, y por la frontera sur, para converger ambos cuerpos de ese ejército en las murallas de la ciudad de Santo Domingo.

Para tener una idea de lo avasallante de esta imponente fuerza invasora, armada con los pertrechos de guerra que quedaron de la ocupación francesa, bástese con señalar que la población total de la parte española de la isla apenas llegaba en ese entonces a menos de setenta mil habitaciones, entre hombres, mujeres, ancianos y niños, pues la colonia se había ido despoblando aceleradamente.

Mientras las hordas del ejército haitiano avanzaban hacia la ciudad de Santo Domingo, aterrorizada por el recuerdo de las atrocidades y degüellos de las invasiones anteriores, Boyer le escribió una carta a Núñez de Cáceres, anunciándole irónicamente que no venía como invasor, sino como pacificador y unificador de la isla, y conminándole a arriar antes de su llegada la bandera de la Gran Colombia y sustituirla por la bandera haitiana, como símbolo de sumisión y acatamiento.

Núñez de Cáceres no pudo más que aceptar, para salvar así a la ciudad de Santo Domingo de la destrucción y el pillaje. El lunes 21 de enero de 1822, en medio del silencio y la tristeza, se sustituyó en la torre del homenaje y los edificios públicos, la bandera independentista de la Gran Colombia por la bandera haitiana, símbolo a partir de entonces de la oprobiosa ocupación.

Estas imágenes, incomprendidas aún por la mente infantil del niño Juan Pablo Duarte, que apenas cumplía nueve años y contemplaba asido de la mano de su padre las escenas de tristeza que arropaban el ambiente, debieron despertar en aquel niño de precoz inteligencia, dramáticas interrogantes.

Años más tarde, alrededor de 1828 Duarte inicia un viaje de estudios que lo lleva primero a Nueva York, adonde se concentra en el aprendizaje de la lengua inglesa y se impresiona por el ambiente de absoluta libertad y el gran desarrollo material de aquella urbe en pleno auge constructivo. De allí viaja a Londres y luego pasa a Francia.

La llegada de Duarte a París, coincide con los sucesos de la revolución de 1830 que depuso a Carlos Décimo, el último rey de la dinastía francesa de los Borbones, e impuso en el trono una nueva monarquía burguesa y parlamentaria en la persona de Luis Felipe de Orleans. Los restos de las barricadas aún permanecían en los barrios populares, mientras grupos de ciudadanos armados de fusiles recorrían los grandes bulevares. La bandera tricolor de la revolución francesa reapareció de manera profusa, en sustitución del viejo lienzo blanco de la flor de liz, símbolo de los borbones.

Algunos batallones de los guardias nacionales revolucionarios más ortodoxos, enarbolaban una bandera con cuatro cuarteles esquineados, dos azules y dos rojos, separados por una cruz blanca. Era una de las banderas utilizadas en 1790, después de la toma de la Bastilla.

El joven Juan Pablo Duarte, de diecisiete años de edad, se impregnó profundamente de todo aquel ambiente, mientras perfeccionaba sus conocimientos del idioma francés y visitaba asiduamente las grandes bibliotecas, los centros de cultura y los museos parisinos, y admiraba el esplendor de la arquitectura napoleónica.

Cuando a finales de 1832, luego de su estadía en Barcelona, Duarte regresa Santo Domingo ya tenía elaborada clara y detalladamente la idea de independizar a su patria.

El 16 de julio de 1838 funda la sociedad secreta la trinitaria, y en el juramento constitutivo define como será la bandera de la futura República Dominicana.

Llegado el momento glorioso de alumbrar la República, las señoritas Concepción Bona y su prima María de Jesús Pina, cosen con manos trémulas el manto tricolor que el 27 de febrero habrá de flotar en el cielo azul del Baluarte del Conde.

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