Duarte en la Restauración

Duarte en la Restauración

Diomedes Núñez Polanco

-II-
Sobre el Juan Pablo Duarte que se presentó en el escenario de la Revolución restauradora, en marzo de 1864, para entregar a la liberación de su patria “el resto de vida que me queda”, no había ninguna duda de su pericia militar: además de las señaladas en el artículo anterior (Hoy, 5-3-22), la mayor expresión de sus condiciones de comandante las reconoció la Junta Central Gubernativa, el 21 de marzo de 1844, cuando le ordenó lo siguiente:

“Siendo de necesidad en la armada expedicionaria del Sur, que además del Jefe expedicionario Gral. (Pedro) Santana haya otro oficial superior que pueda reemplazarle en caso de falta y que le ayude y coopere con él en la defensa de la Patria en la agresión que nos han hecho los haitianos, Ud. se dispondrá a marchar inmediatamente para el Cuartel General con la división que sale hoy bajo sus órdenes, y se pondrá de acuerdo con dicho Gral. Santana para todas las medidas de seguridad y defensa, procurando que sean en armonía con nuestra resolución de ser libres o morir y según los principios que hemos proclamado”.

Instalado en Sabana Buey con su tropa, infructuosamente conferenció con el general Santana para realizar ataque combinado contra los soldados comandados por Charles Herard, en Azua.

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Tras 12 años dedicados al comercio en las costas orientales de Venezuela, desde 1850, hasta llegar al Orinoco y al río Negro, hacia los confines de Brasil; en fin, en las selvas venezolana y amazónica, así como en el Apure, Duarte regresa a Caracas, el 8 de agosto de 1862. Este retorno lo motivó la información recibida sobre la anexión a España y los inicios de la resistencia en Santo Domingo, como la expedición de Francisco del Rosario Sánchez y José María Cabral, y el fusilamiento del patricio Sánchez.

En Caracas se encontró con su hermano Vicente Celestino, exiliado de nuevo desde el retorno de Pedro Santana al poder en 1858. El ministro de lo Interior de Venezuela, doctor Elías Acosta, amigo de Juan Pablo Duarte y consciente de sus limitaciones económicas, le ofreció una colocación oficial, pero la rechazó “porque debía al aceptarlo aceptar por Patria al país al cual servía”.

La llamarada de la guerra restauradora, iniciada por el puñado de patriotas que llegaron al Capotillo Español, desde Haití, entre la medianoche y el amanecer del 15 al 16 de agosto de 1863, despertaron en el Fundador de la República Dominicana su nacionalismo y sus ansias de libertad para la patria de sus desvelos. Empezó a sumar voluntades en favor de la causa nacional.

Muy pronto se sumaron a los afanes en favor de la guerra restauradora más dominicanos: Manuel Rodríguez Objío, llegado a la ciudad en octubre de 1863, quien manifestó a Vicente Celestino su gran deseo de conocer al Fundador de la República; Mariano Díez, tío de Duarte, quien regresó a Caracas a fines de 1863; Pedro Alejandrino Pina, Francisco Saviñón, Juan Esteban Aybar y Mariano Cestero, entre otros.

Decididos a integrarse a la acción en el escenario mismo de los acontecimientos, hubo que buscar los recursos necesarios: el presidente de Venezuela, Juan Crisóstomo Falcón, luego de un encuentro con Duarte, apoyó con mil pesos, y de nuevo el Padre de la Patria aportó una parte fundamental del patrimonio familiar: vendió su casa de Caracas en 1100 pesos.

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