Duarte en la Restauración

Duarte en la Restauración

Diomedes Núñez Polanco

-VII-
La carta que el Padre de la Patria dominicana envía el 21 de abril (1864) al general Ulises Francisco Espaillat, vicepresidente interino y ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Provisorio de la Restauración, aceptando, finalmente, el cargo con la misión diplomática en Venezuela, está llena de sutilezas y detalles, en tono marcadamente cortés:

“El deseo de participar de los riesgos y peligros que arrostran en los campos de batalla los que con las armas en las manos sostienen con tanta gloria los derechos sacrosantos de nuestra querida Patria, y la falta de salud que experimentaba al recibir la nota de fecha 14 del que cursa, por la cual se me ordenaba alistarme para emprender viaje a ultramar, me compelieron con harto sentimiento de mi corazón a renunciar al alto honor que se me dispensaba en la importante misión que se trató de encomendarme; pero al ver el modo de expresarse, con respecto a mi vuelta al país, el Diario de la Marina, se han modificado completamente mis ideas y estoy dispuesto a recibir vuestras órdenes si aun me juzgareis aparente para la consabida comisión, pues si he vuelto a mi patria después de tantos años de ausencia ha sido para servirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fue motivo de amor entre todos los verdaderos dominicanos y jamás piedra de escándalo, ni manzana de la discordia. No tomo esta resolución porque tema que el falaz articulista logre el objeto de desunirnos, pues hartas pruebas de estimación y aprecio me han dado y me están dando el Gobierno y cuantos generales, jefes y oficiales he tenido la dicha de conocer, sino porque nos es necesario parar con tiempo los golpes que pueda dirigirnos el enemigo y neutralizar sus efectos”.

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Tal como señala en su carta, Duarte cambió su decisión a raíz de la publicación de la nota aviesa sobre él en el mencionado periódico cubano, aparecida en la edición del 28 de marzo (1864), justamente el día en que le anunciaba al Gobierno, desde Guayubín, sobre su presencia en territorio nacional y sus razones. La firma del autor del artículo solo era la letra G, con la que se escudaba su corresponsal en Santo Domingo.

Informaba que Duarte había llegado al país para integrarse a la resistencia a la anexión, y que había sucumbido fácilmente al proclamarse la independencia, para salir como “proscrito para Venezuela, donde hasta el día de hoy se había obstinado en permanecer oscuramente, sin embargo de que varias veces ha tenido (y bajo el Gobierno de S. M. con mayor razón) abiertas las puertas de su país. (…) y se pretenderá de dar a Duarte la significación de un grande hombre capaz de hacer milagros. Resultado indefectible: que el Presidente (José Antonio) Pepillo Salcedo, (Gaspar) Polanco el generalísimo y los no menos generalísimos (Gregorio) Luperón y (Benito) Monción, no querrán ceder la preeminencia que hoy tienen entre los suyos, y verán de reojos al recién venido, a quien considerarán como un zángano perezoso que viene a libar la miel elaborada por ellos”.

Dice Orlando Inoa que “Los militares españoles de la Anexión, procedentes casi todos de Cuba, hicieron circular de inmediato este escrito en el Cibao, lo que ocurrió en los primeros días de abril”. Mientras Emilio Rodríguez Demorizi consideró como su autor al periodista español J. M. Gafas, otros historiadores, de acuerdo al propio Inoa, atribuyen la autoría a Manuel de Jesús Galván, conocido defensor de la anexión.

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