Duarte: entre circunstancias y patologías

Duarte: entre circunstancias y patologías

La personalidad de Juan Pablo Duarte estableció la diferencia entre sus iguales. Así lo deja expresado en sus ideas, en su identidad psicosocial, en sus valores, en el sentido de pertenencia y de apego sano que asumió en cada espacio donde le tocó socializar. De ahí que, parte de la intelectualidad hispanófila no le comprendiera. No lo asimiló Américo Lugo, ni Balaguer, ni Peña Batlle, ni los que sostienen la teoría de que los valores y los principios son relativos, que las personas pragmáticas son inteligentes y saben gobernar en función de que aprenden a sintonizar con los grupos, las circunstancias, y se acomodan de forma mediática a las “normas establecidas”.

Ortega y Gasset decía, “yo soy yo y mis circunstancias”. Duarte, producto de ese “súper yo” moral y  con esa referencia familiar, muestra ese 12 de abril de 1844 en Baní, al no lograr convencer a Santana de continuar combatiendo, y para no dividir el proceso, ni personalizarlo, decide entregar a la Junta Gubernativa  cada centavo del dinero entregado.

Duarte era extremadamente analítico, discriminaba las consecuencias de sus actos, y le era imposible como toda persona sana, abortar sus ideas, cambiar sus valores y renunciar al comportamiento altruista y humanista. Fue así que aceptó el exilio y destierro de Santana; el acoso moral del que fue víctima, antes que dividir, corromperse o renunciar a sus propósitos, cosa que no entendían ni conservadores, ni liberales.

Santana padecía de un Trastorno Bipolar Tipo II, con una ausencia de identidad que le llevaba asumir las batallas, a ser presidente, y producto de sus episodios depresivos, renunciaba y se retiraba. Báez, como toda personalidad de conducta disocial, narcisista y egocentrista, hacía lo que sea para lograr sus propósitos. Juntos a un Thomas Bobadilla, un pasivo-agresivo, pragmático, que poseía la inteligencia y la habilidad de saber dividir, indisponer, chismear, y crear condiciones donde él y las circunstancias le favorecieran, con tal de mantenerse en el poder. Esas patologías mantuvieron a Duarte y sus compañeros en las patas de los caballos, de conservadores y liberales que no asumían el proyecto de Nación, y de Independencia.

Esa inflexibilidad de Duarte no era entendida, y menos su defensa rabiosa de sus principios, ideas y valores morales. Todo esto explica el que nunca sintonizara con la fuerza colonialista, ni con las circunstancias, ni con las patologías. Pero, como la historia no se escribe como se empieza, si no cómo se termina, Duarte terminó como un estadista, una personalidad que trasciende por las causas que asumió y defendió. Allí descansa la estructura de una personalidad que supera la patología social del pasado y del presente, quedando como un modelo de referencia sano, digno de imitar y digno de defender.

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