“DUARTE MELANCÓLICO” o el patricio como pretexto

“DUARTE MELANCÓLICO” o el patricio como pretexto

Cuando algunos meses atrás Odalís Pérez me reveló, en uno de nuestros frecuentes encuentros, que ya tenía listo para su pronta publicación un libro sobre Duarte, reaccioné algo sorprendido. “¿Un libro sobre Duarte?, Odalís”. Lo primero que me vino a la cabeza fue un libro de historia, una biografía. “¿Un ensayo biográfico? ¿Una nueva monografía sobre el patricio?”, pensé para mis adentros. Lo miré fijo, asombrado, interrogativo. Él pareció leerme. Sonriendo, me calmó: “Espérate, Fidel, no es lo que piensas. No es otro libro sobre Duarte. Ni otro libro histórico ni biográfico. Ni siquiera un ensayo. Es un texto, sin más, un texto poético, experimental”.

Pocos días después de ese encuentro me entregó el manuscrito de la obra para que lo leyera y le diera mi opinión sincera, y luego me hizo llegar su versión digital. Lo leí de una sentada. Esa es precisamente una de sus cualidades principales: el libro no es extenso y se deja leer de un tirón; además, se lee con placer y fruición. Después de darle mi opinión sincera, me pidió dos cosas a las que no pude negarme: que le escribiera unas pocas líneas para la contraportada y que se lo presentara en público.

Hay varias cosas que me llaman la atención sobremanera de este nuevo libro de Odalís Pérez. En primer lugar, su título, sobrio y llano, poético y teatral, memorable (recordable para el público, lo que le garantiza cierto éxito editorial). En segundo lugar, su portada, innovadora y sugestiva, neoplasticista, que omite la imagen de Duarte, con el título del libro y el nombre del autor encerrados entre los cuadros-barrotes en la reproducción del célebre cuadro de Piet Mondrian “Composición II en rojo, azul y amarillo”, de 1930. En tercer lugar, su contenido, su estrategia discursiva, su propuesta de lectura y escritura.

“Duarte melancólico” es un texto de ruptura en varias direcciones. Es a la vez poesía y drama, performance. Hay una reflexión sobre el sujeto a partir de lo que guarda la memoria. Hay una apertura al problema del ser y del existir desde la amarga experiencia histórica y personal. El lirismo alterna con la épica y la coralidad trágica. El texto está escrito no sólo para ser leído en solitario, sino sobre todo para ser dicho y escuchado, para ser recitado en público o en privado. Sin la oralidad, sin el oído atento, sin la recitación, su textualidad se vuelve inoperante.

duarte5555“Duarte Melancólico” es un texto polifónico, abierto, híbrido que evoca el drama personal e histórico del existente que una vez se llamó Juan Pablo Duarte y Díez (1813-1876). Escrito como si fuera un texto a ser representado en escena, problematiza la figura histórica del Patricio frente a su tiempo y a nuestro tiempo.

Valiéndose de diversos recursos poéticos y dramáticos, “Duarte melancólico” retoma el mito del Padre de la Patria para promover una reflexión crítica sobre el pasado-presente insular. Texto performático, por la escena imaginaria desfilan los personajes históricos con su destino individual a cuestas y se pronuncian los otros personajes, no oficiales, las voces anónimas y acalladas de la historia que aún pugnan por ser escuchadas.

El mito Duarte da lugar a la visión del héroe solitario, del fundador ausente, del deportado, víctima de las políticas de la historia. El Duarte de Pérez es el Duarte traicionado, vejado, lanzado al exilio, al viaje sin retorno por sus contemporáneos, pero también el Duarte de nuestros días, vaciado y viciado, desfundado y desfondado, convertido en negocio, en moda pasajera por los poderes institucionales y fácticos. Ese Duarte nuestro de cada día, negado y olvidado, que es oscura primavera, obstáculo presente y pretexto permanente.

Nada complaciente con la manipulación del mito Duarte, el texto de Pérez es desmitificador, irreverente, protestatario. Lo dice y lo grita: Duarte es hoy mero pretexto para la simulación, el engaño y el cinismo. Descreído, el final, que es huella y paso, vaticina su nuevo destierro.

En realidad, para Pérez, Duarte es también un pretexto, pero en otro sentido. Cree que hay que ir más allá del Duarte mítico, más allá del mito y la leyenda, más allá del paradigma. Duarte no necesita hoy más homenajes. No necesita más gloria de la que goza, ni más tributos a su memoria, ni más culto y veneración, ni más reconocimiento. Necesita actitudes. En la Patria (o lo que queda de ella) degradada y envilecida por los usos y abusos del Poder, Duarte demanda acciones, conductas, gestos dotados de sentido. Reclama ser profundamente interiorizado en la conciencia individual y colectiva; reclama integridad, honestidad, pulcritud en el manejo de la cosa pública y decoro en las vidas privadas.

Más reconocido que conocido, más citado y recitado que emulado, Duarte ha sido y seguirá siendo el dominicano por antonomasia, el más homenajeado, el más mencionado y respetado, y, sin embargo, también el menos seguido y el más vapuleado y asqueroseado y puteado con cada vileza y abyección nuestras. Hoy se nos antoja una figura del pasado que sólo mencionamos para fiestas patrias y que el Poder manipula a su antojo. El Duarte de efemérides y escuela primaria, ese Duarte tarea-para-sacar-buena-nota, que sentimos lejos y ajeno al presente pues parece haber dejado de hablarnos, es un Duarte petrificado. Pero él anhela seguir viviendo en las mentes y los corazones de los ciudadanos de este siglo. No es, pues, homenaje lo que amerita: lo que urge es restituirlo como auténtico referente moral y ético de la nación dominicana.

¿Qué pasó con Duarte? ¿Qué nos dice Duarte hoy? ¿Qué tiene que decir a las nuevas generaciones de dominicanos? ¿Cómo habla a nuestras vidas y conciencias, a los que vivimos y morimos en el siglo veintiuno?

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