Duarte ofendido y preocupado

Duarte ofendido y preocupado

POR MU-KIEN ADRIANA SANG
Siendo la Independencia Nacional la fuente y garantía de las libertades patrias, la ley suprema del Pueblo Dominicano es y será siempre su existencia política como nación libre e independiente de toda dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera, cual la concibieron los Fundadores de nuestra Asociación Política al decir (el 16 de julio de 1838) DIOS, PATRIA Y LIBERTAD, REPUBLICA DOMINICANA, y fue proclamada el 27 de febrero de 1844, siendo, desde luego, así entendida  por todos los pueblos hoy; declarando además que todo gobernante o gobernado que la contraríe, de cualquier modo que sea, se coloca ipso facto y por sí mismo fuera de ley. Juan Pablo Duarte, Proyecto de Constitución.

Acabamos de pasar y disfrutar el largo feriado.  El lunes 30 de enero no fue laborable porque la fecha de nacimiento del patricio, el 26 de enero, caía un jueves. La gente del país organizó su mundo. Algunos se fueron a la playa, otros a la montaña; miles se quedaron en sus hogares; y los menos quizás viajaron al exterior.  Pero, estoy segura, nadie pensó que ese largo descanso era para conmemorar una efeméride patria.

El jueves 26 de enero participé en calidad de miembro de la Comisión de Efemérides Patrias en el Tedeum que se celebra en la Iglesia Santa Bárbara, luego visitamos la casa de Duarte, luego marchamos hacia el Parque Independencia, donde se hizo una ofrenda floral para terminar en el Parque Duarte.  El acto estuvo presidido por  el Vicepresidente de  la República, algunos subsecretarios de educación y varios funcionarios estatales.  La misa fue oficiada por Monseñor Escapa. Había algunas gentes. En la homilía dijo una verdad: hace un tiempo un día como hoy era verdaderamente festivo.  Esta misma misa se hacía acompañada por el coro nacional. Y, concluyó, miren hoy en lo que se ha convertido. Me impactaron sus palabras. Mientras una anciana cantaba una canción de despedida, un niño de 12 años, el más joven de los miembros del Instituto Duartiano, tomó el micrófono para pronunciar de memoria el juramente Trinitario. A partir de entonces, decidí observarlo todo. Me convertí en una testigo crítica.

La marcha estuvo integrada por varios jóvenes obligados por disposiciones oficiales.  Varias bandas de música.  Un “batton” ballet de jóvenes que hacían el esfuerzo de caminar y bailar con ritmo, aunque sus destartalados zapatos les molestaran.  La caminata fue lenta, parecía un entierro más que una celebración.  Los escasos transeúntes se detenían para observar un poco, pero seguían su marcha.  Desde los balcones algunas amas de casa saludaban con entusiasmo. ¿Sabrían que era el día de Duarte? ¿Se recordarían quién era Duarte?  Mientras el pequeño desfile atravesaba una calle, los conductores molestos por esa interrupción del tránsito hacían valer su encono tocando las bocinas de sus carros con fuerza. 

Marchábamos en silencio, acompañados de la música de las bandas militares, mientras el mundo seguía su agitado curso.  Las tiendas con sus mercancías en ofertas a la espera de clientes.  Las universidades laboraban ordinariamente, olvidando que un día como ese había nacido el gran Patricio. Los vendedores ambulantes siguieron ofreciendo sus delicias.  Las calles congestionadas, llenas de vehículos, cuyos conductores, cumplían sus obligaciones sin pensar en el natalicio del Patricio.

Durante la caminata me encontré con Pelegrín Castillo.  Le dije con vehemencia: “Tu Ley es la responsable de todo esto”. Me contestó: “No, es la falta de patriotismo”.  Buen político, buen manejador de palabras, siguió hablando con énfasis: “Una cosa es el feriado y otra la conmemoración. Aquí se han confundido esas dos.  Un día como hoy las escuelas del país debían estar realizando actos para celebrar el día de Duarte. El problema es que aquí se ha perdido el fervor patriótico”. Lo escuchaba con atención, mientras mis adoloridos pies me gritaban por un asiento.

Llegamos al parque.  El sol estaba haciendo de las suyas.  Los funcionarios, prestos a ocupar los lugares preferenciales para que “el capitán los viera”, se colocaron dignamente al lado del vicemandatario. Escuchamos sus palabras. Fueron aplaudidas.  Me coloqué en un rincón donde pudiese sentarme. Descansando mis pies observé con atención el entorno.  Jóvenes conversando cualquier cosa mientras escuchaban sin atención los discursos.  Transeúntes que cruzaban el parque y se preguntaban qué cosa estaba pasando.  Colocada en la parte alta de la plazoleta, observaba los carros pasar sin percatarse que “conmemorábamos” el nacimiento del patricio.  Los vendedores de agua hicieron su agosto, agradeciendo que todavía se hicieran actos como estos para poder ganar unos centavos de más.  Luego siguió la marcha. Observé a las jóvenes del ballet escolar quejarse por el dolor de sus pies.  Los miembros de las bandas reiniciaron su música.  Y la caminata, volvió con su ritmo lento.

Definitivamente, ese acto era un pequeño enclave en el corazón de una ciudad que vivía el mismo ritmo de siempre.  Una misa que trascurrió sin penas ni glorias. Una marcha que se esforzaba por ser solemne, pero integrada solo por unos cuantos funcionarios, los miembros del Instituto Duartiano y algunas personas que intentan recrear y rememorar la fecha.

Quizás tenía razón, Pelegrín, una cosa es la “conmemoración y otra es el feriado”.  Pero no me convenció. Yo sigo pensando que esa ley debe ser derogada. A la gente hay que recordarle que fue el 26 de enero que nació Duarte, una fecha que todo buen dominicano debe recordar con gratitud y respeto.  Nadie pensó que el feriado del día 30 era producto del 26. Por demás, la bendita ley solo mueve algunas fechas, ¿entonces para qué se hizo?

Ojalá apareciera un buen congresista que defienda su derogación.

Mientras esto ocurre, Duarte fue recordado con celebraciones que intentan recuperar el fervor patriótico, en una sociedad cada día más pragmática y negadora de valores tan sublimes con el patriotismo, la entrega y la solidaridad.

msang@pucmm.edu.do 
mu-kiensang@hotmail.com

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