Duarte: poeta angustiado de la patria

Duarte: poeta angustiado de la patria

Es el poeta altanero un redentor que canta, él puede ayudar a romper el yugo. Siempre al cantar Víctor Hugo, tembló Napoleón Tercero». Y ahora a rendir parias al título.

Duarte por culpa de Santana, viviendo míseramente en Hamburgo, en una posada para marineros cayó enfermo.

El frío era crudelísimo y sus compañeros de destierro y de angustia decidieron embarcarlo para Venezuela.

Antes de partir para América del Sur, en el puerto alemán del río Elba, Duarte convertido en poeta quejumbroso escribió «La Cartera Del Proscripto», donde el padre-fundador manifiesta: «Cuán triste, largo y cansado, cuán angustioso camino, señala el Ente divino, al infeliz desterrado, ir por el mundo perdido, a merecer sin piedad, en profunda oscuridad el horizonte sumido.

Qué triste el verle partir, tan apacible y sereno. Y saber que allí en su seno, es la mansión del pesar.

El suelo dejar querido, de vuestra infancia testigo, sin vislumbrar un amigo, de quien decir me despido. Pues cuando en la tempestad, se ve garrear la esperanza, estréllase en la mudanza, la nave de la amistad.

Sin andar, andar errado, sin encontrar el camino, en triste fin que el destino, le depare aquí en el mundo.

Y recordar, y gemir. Por no mirar a su lado, algún objeto adorado. A quién, recuerdas? decir. Llegar a tierra extranjera, sin idea alguna ilusoria, sin porvenir y sin gloria, sin penates, ni bandera».

Después de escribir “La Cartera Del Proscripto», veinte años pasó Duarte en Venezuela, sin que se supiera de él. Pero en el 1864 en plena Guerra Restauradora regresó Duarte al país. Y en Santiago, la capital de los restauradores, conversando con el eximio Ulises Francisco Espaillat le expresó Duarte que su regreso obedecía al firme propósito de correr los azares y riesgos de la Guerra Restauradora.

No sospechaba Duarte que una nueva angustia lo esperaba. Y al final del 1864, el Gobierno restaurador lo puso a viajar hacia Caracas, a buscar recursos para la brava lucha que se libraba.

En el 1865 ya terminada la bélica contienda, en Caracas se encontró Fernando Arturo de Meriño con el padre-fundador Juan Pablo Duarte.

Y el sincero patriota y gran orador Meriño copió unos versos de Duarte que eran el reflejo de su muy angustiado estado de ánimo. Esos versos se manifiestan de la manera siguiente:

«Triste es la noche, muy triste, para el pobre marinero, a quien en el ponto fiero, acosa la tempestad.

 Triste es la noche, muy triste para el infeliz viajero, que en el remoto sendero, descorrió la oscuridad.

Triste es la noche, muy triste, para el mísero mendigo, que sin pan tal vez, ni abrigo, maldice la sociedad.

Triste es la noche, muy triste, para el sincero y leal patriota, a quien aguarda el suplicio, que le alzó la iniquidad. Más el pobre marinero, espera serenidad. Y el extraviado viajero, aguarda la claridad.

Y al infeliz pordiosero lo socorre la caridad. Mientras que del desterrado…».  Con puntos suspensivos, inconclusos quedaron los versos duartianos, que en Caracas copió Meriño.

Estos versos Meriño los guardó como recuerdos “Del Gran Filorio”. Recuerdos del perenne soñador de patria libre y soberana.

Duarte, el angustiado poeta de la patria era demasiado grande para poder vivir en una tierra, donde muy bien y a sus anchas pueden residir los pigmeos del espíritu, los liliputienses del alma, los sin escrúpulos, los ambiciosos del montón. Esta es la llanura de Canaán y el valle de Jauja para los orcopolitas. Los orcopolitas fueron los eternos verdugos del Inclito Padre Fundador Juan Pablo Duarte. Orcopolita significa habitante del infierno.

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