Duarte racista

Duarte racista

PEDRO GIL ITURBIDES
Dos amigos me han preguntado si Juan Pablo Duarte se inspiró en la condición de pueblo de raza negra que distinguía –y distingue-  al pueblo haitiano, para promover la fundación de la República Dominicana. Quien me hizo la primera pregunta no me alarmó, pues no encontré huellas de maledicencia en la interrogante. Frente a la segunda pregunta, suspicaz, respondí con una interrogante.

“¿Quién te dijo eso?” Algo en mi interior me dijo que contra el Fundador de la República se tiende una celada. Sacrificado en vida, sus adversarios, los afrancesados de siempre, le niegan descanso a sus restos. Porque felicidad, la felicidad por su encuentro con el Creador, estoy plenamente que la disfruta desde el día en que, en la más absoluta miseria, cerró sus ojos el 15 de julio de 1876. Pero la tranquilidad con que debemos rodear su nombre no se la daremos ni siquiera cuando los jinetes del Apocalipsis toquen las cornetas.               Me permito, para información de quienes han urdido este ardid para estigmatizarnos como esclavistas, copiar algunos escritos  relacionados con Duarte. Son reproducidos de los “Apuntes”, aquella colección de cartas y otros documentos de Juan Pablo, que su hermana salvó de la destrucción. Ella, por cierto, escribió unas notas introductorias al entregar esos papeles a don Emiliano Tejera en el mismo siglo XIX. En virtud de su valor histórico, fueron publicados con el título que se consigna. (La edición que seguiremos es el volumen I del Instituto Duartiano, de 1970).

  Rosa señala que tras su retorno de España, su hermano abrió para la juventud capitaleña, unas clases de escritura e idiomas. En la misma  recibía a los jóvenes “sin hacer distinción de clases ni de colores”   (página 48). Cuando complotan contra Juan Pedro Boyer dentro del movimiento reformador, huyen de Santo Domingo. Se refugian en San Cristóbal, en donde  se alían con los oficiales y soldados haitianos, en busca de un orden de  libertad y respeto. Porque la búsqueda de estos valores cívicos para los dominicanos fue el norte de Juan Pablo y de los trinitarios (página 148). Traicionados más tarde por los haitianos de la reforma, retoman el movimiento separatista. Perseguidos ahora por las fuerzas de la reforma, eluden los apresamientos. Juan Pablo se aloja primero en casa de sus vecinos, los Ginebra, que eran blancos. Pero éstos muestran cierta inquietud, que le expresan a la familia Duarte. Juan Pablo abandona este refugio y se acoge a la oferta de su amigo Juan Alejandro Acosta, mulato.  En los ajetreos de apoyo a la reforma, por cierto, andaba con su amigo Francisco del Rosario Sánchez, mulato al igual que Juan Alejandro.

  Don José María Serra lo recuerda en la sesión durante la que se fundó la   Trinitaria, expresando su comprensión por el pueblo haitiano. “Le reconozco  poseedor de dos virtudes eminentes –le dijo Duarte a sus amigos-, el amor a la libertad y el valor”. Pero además, le reconoció su lucha incesante  contra un poder inmensamente superior, que le permitió salir de su  condición de pueblo esclavo para volverse un pueblo libre (página 276).

   Podría citar otros textos. Pero con éstos, basta. Lo demás, aquello que se viene pregonando con maledicente sentido, se entronca dentro del propósito de arrinconar al pueblo dominicano. ¿Quién anda detrás de ello? ¡No es difícil saberlo!

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