Duarte y dos poemas reveladores

Duarte y dos poemas reveladores

La poesía, esa desquiciada, es la que hasta el momento revela con más fuerza la presencia del Padre de la Patria dominicana, Juan Pablo Duarte, en Apure, Venezuela. La poesía de Duarte, y no los documentos legales y eclesiales sobre él que fueron rastreados infructuosamente por el historiador dominicano Roberto Marte, enviado en 1985 por el Banco Central de la República Dominicana para investigar más a fondo la vida del patricio en Venezuela, misión en la que recibió la ayuda del periodista venezolano Luis Cordero, relacionista público del Banco Central de Venezuela en ese entonces, y de Argenis Méndez Echenique, historiador venezolano y actual cronista de Apure.

Uno de los poemas que sitúa a Duarte en el inmenso llano del suroeste venezolano es “Súplica”, el único amoroso rescatado hasta ahora de la dispersa poesía duartiana, y que, según el historiador dominicano Pedro Troncoso Sánchez, en su biografía novelada Vida de Juan Pablo Duarte (1), habría sido inspirado “por una beldad apureña que fue capaz de apartarlo un tanto de su monacal comportamiento”. Duarte escribió:

Si amorosos me vieran tus ojos/ acabarían mis penas en bien/ pues quitaras así de mi sien/ la corona que ciñe de abrojos.

Y a mi pecho volvieras la calma/ que otro tiempo gozó placentero/ y hoy le niega el destino severo/ insensible a las penas del alma…

(Fragmento)

El otro poema es una elegía que Juan Pablo Duarte leyó en las honras fúnebres a Marcelino Muñoz, hombre notable de Achaguas y gran amigo y protector del patricio durante los casi diez años que se estima vivió en ese municipio de Apure. Duarte leyó:

Dígalo, ¡ay!, sino la augusta sombra/ que ya la tumba para siempre esconde/ de aquel que en vano nuestros labios nombra/ de a quien llamamos y que no responde.

De honor dechado y de virtud modelo/ llamóle suyo aquese mundo impío/ y el cielo dijo, sin piedad, sin duelo,/ con voz tremenda “Marcelino es mío”.

Y oyó aquel fallo, y sin gemir doliente,/ con faz tranquila, religioso y pío/ adiós nos dijo con serena frente/ aquel que fuera del Apure el brío… (Fragmento)

Ambos poemas permiten situar a Duarte en el Apure, o más bien, confirman lo dictado por él mismo a su hermana Rosa para sus fundamentales Apuntes… (2): “Por gratitud a él (padre Juan Bautista Sangenis) me avecindé en el Apure”.

La elegía, sin embargo, es prueba más contundente de la presencia de Duarte en Achaguas, pues figura en el folleto “Honores póstumos del señor Marcelino Muñoz”, editado en 1856 y considerado el primer impreso de Apure.

Argenis Méndez Echenique lo descubrió en la Biblioteca Nacional de Venezuela y lo incorporó íntegro, en formato facsimilar, en su obra Aportes a una bibliografía sobre el estado Apure (3).

El otro poema, “Súplica”, es menos probatorio de los pasos del patricio por el Apure y podría tratarse de una inferencia de Troncoso Sánchez en esa “interpretación viva del pasado”, al decir de Pedro Henríquez Ureña, que es su Vida de Juan Pablo Duarte.

Ciertamente, el poema, en el que Duarte promete amor a una mujer que se le muestra indiferente, esperanzado en que su correspondencia le ayudará a sobrellevar la carga de sufrimiento que el destino le ha impuesto, quizás no fuera escrito en Santo Domingo, donde apenas tuvo tiempo de disfrutar los logros de su labor revolucionaria; pero sí en cualquier otro lugar de su extenso peregrinaje de treinta años, luego de su condena a muerte y destierro a perpetuidad, que lo llevó por Hamburgo, Saint Thomas, Caracas y los poblados a orillas del Orinoco y Río Negro en la amazonia venezolana. De manera que la mujer de sus desvelos tanto pudo ser una apureña como una alemana, una caraqueña o una sancarleña (si finalmente es cierto que penetró hasta San Carlos de Río Negro, poblado fronterizo con Brasil y Colombia, hecho que pone en duda la antropóloga Cecilia Ayala, sobrina-tataranieta de Juan Pablo Duarte, en su ensayo Duarte y la leyenda de San Carlos de Río Negro (4).

Lo que no encontró Roberto Marte en los archivos públicos y eclesiales de San Fernando, San Juan de Payara, el Paso Arauca, Achaguas y sus alrededores (5); lo que imaginó Troncoso Sánchez; el vacío “inhistórico” creado por la parquedad del testimonio del mismo Duarte y la destrucción por el fuego de sus apuntes de viaje; lo reveló, de manera insospechada, la poesía.

Tenía que ser así. Esa planicie inconmensurable que son los llanos venezolanos, esa “tierra de más lejos que más nunca” (6) parece que en ocasiones sólo permite hablar a través de la literatura.

ZOOM

Referencias:

1. Pedro Troncoso Sánchez: “Vida de Juan Pablo Duarte”. Instituto Duartiano, Santo Domingo, 1980, segunda edición.

2. “Apuntes de Rosa Duarte: archivo y versos de Juan Pablo Duarte”. Secretaría de Estado de Educación, Santo Domingo, 1994, segunda edición.

3. Argenis Méndez Echenique: “Aportes a una bibliografía sobre el Estado de Apure”. San Fernando de Apure, 1979.

4. Cecilia Ayala Lafée: “Juan Pablo Duarte en la Venezuela del siglo XIX: historia y leyenda”. Colección Banco Central de la República Dominicana, Santo Domingo, 2014.

5. Roberto Marte y Luis Cordero: “Juan Pablo Duarte y la Venezuela de su época”. Colección del Banco Central de la República Dominicana, Santo Domingo, 1987.

6. Derivación indígena de la palabra Apure, según Argenis Méndez Echenique.

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