Duarte y Haití

<STRONG>Duarte y Haití</STRONG>

Si alguien quiere saber cuál es mi patria
no la busque,
no pregunte por ella.
Siga el rastro goteante por el mapa
y su efigie de patas imperfectas.
No pregunte si viene del rocío
o si tiene espirales en las piedras
o si tiene sabor ultramarino
o si el clima le huele en primavera.
No la busque ni alargue las pupilas.
No pregunte por ella….
No, no la busque.
Si alguien quiere saber cuál es mi patria,
no pregunte por ella.
No quiera saber si hay bosques, trinos,
penínsulas muchísimas y ajenas,
o si hay cuatro cadenas de montañas,
todas derechas,
o si hay varios destinos de bahías
y todas extranjeras…. Pedro Mir, Si alguien quiere saber cuál es mi patria.

El próximo 27 de febrero se cumplirán 169 años de la aventura independentista.  Una celebración especial porque en este año conmemoramos el bicentenario de nuestro Patricio, Juan Pablo Duarte. Se impone la pregunta ¿es esta la patria que tanto soñó? ¿es esta la patria de sus desvelos y sacrificios? ¿es esta la patria agradecida a los hombres y mujeres que lo dieron todo a cambio de nada? ¿es esta la patria de todos, la que debemos amar y defender?  No, no lo creo.

Esta patria amada ha sido pisoteada muchas veces. Fue pisoteada por los que intentaron venderla al mejor postor imperial, como lo hicieron Pedro Santana y Buenaventura Báez.  Fue pisoteada y mancillada por los que han llegado al poder para asaltarlo, para luego repartirlo como botín de piratas.  Fue maltratada en lo más profundo de su soberanía por las potencias imperiales que llegaron por la fuerza y se impusieron. Los españoles en la anexión en 1861 y los norteamericanos en 1916 y 1965. Fue mortalmente herida por los caudillos dictadores que se sintieron dueños de esta tierra, de su gente y de sus instituciones: Báez, Ulises Heureaux, Trujillo y el Balaguer de los 12 años.

Y hoy, en los inicios del siglo XXI, la patria sigue dolida, herida y maltratada por los depredadores, los ambiciosos sin límite, los desalmados y los pillos. Esta patria maltratada pide a gritos atención. Esta patria maltratada por los discursos hipócritas de los mismos que la han saqueado y por los hombres y mujeres egoístas que viven ajenos y sin remordimiento alguno del derrotero que ha tomado su propia patria.  No, no y no. Esta no puede ser, no es, ni será jamás la patria que Juan Pablo Duarte soñó.

Duarte no quiso una patria que violara sistemáticamente el pacto fundamental expresado en la Carta Magna. Juan Pablo no aspiraba a una patria en que los detentores del poder se sintieran tan poderosos que pudiesen estar por encima de la ley.  No, no, el hijo de Manuela Díez no soñaba con una patria en que el dolo se convirtiera en un modus vivendi y que la transparencia y rendición de cuentas fueran quimeras e imposibles.  No soñaba el patricio con una patria en que los pobres no tuvieran sueños ni esperanzas.

Mi corazón se rebosa de alegría y esperanza cuando jóvenes como Gustavo Ariza Matos, un estudiante de apenas 16 años es capaz de hacer críticas mordaces a la tierra que le tocó vivir. En un artículo que publicó hace unos días en el periódico digital Acento, afirma que hemos perdido la esencia de nuestra dominicanidad. Cuando los trinitarios fundaron esta gran nación, nuestra pelea por la libertad fue exitosa. Después de ese histórico Febrero, esa libertad, producto de sangre y sudor, se ha visto amenazada numerosas veces. Hoy día, esta libertad que tanto trabajo nos costó conseguir, que con tanto ardor hemos defendido, nuevamente se ve amenazada. Y hoy digo “soy dominicano” sin el orgullo de antaño. Esta vez, y lo repito con dolor en el alma, nuestra libertad es puesta en riesgo por aquellos que están supuestos a luchar por ella: nuestros líderes. Triste realidad.

Se pregunta este inquieto joven ¿Cómo puede ser que a un pueblo hambriento se le robe su futuro y la nación muera lentamente en silencio? ¿Cómo puede ser que nuestros líderes, en quienes depositamos nuestra confianza y nuestro bienestar, abusen del poder y queden libres con las atrocidades que han cometido y siguen cometiendo? ¿Cómo puede ser que se haya vuelto normal para nosotros ver madres caminando por las calles con tanta carga de dolor y tristeza en sus miradas? Tanto nivel de insensibilidad no soy capaz de comprender.

Termina su reflexión invitando a la acción. Invita a la ciudadanía a respetar y exigir respeto a la Constitución y a las leyes. Y concluye con un fragmento de nuestro Himno, que es una invitación valiente a la acción: “Ningún pueblo ser libre merece, si es esclavo, indolente, y servil.”

No, no quiero esta patria que mi generación y las anteriores generaciones hemos construido. No puedo amar una patria mancillada, maltratada, maltrecha, dolida y doliente. No puedo amar esta patria llena de piratas y pirañas voraces de sangre y oro.

Quiero una patria distinta. Quiero honrar al patricio. Guardo la sublime esperanza de que los jóvenes como Gustavo, Jeremy y otros que no conozco, tomen el relevo, asuman el reto de devolvernos de nuevo la patria. Entonces, entonces sí podremos honrar a Duarte y  su sacrificio sin límites.  Podremos ponernos a la altura de su calidad moral.

Nadie pregunte por la patria de nadie.
Por encima de nuestras cordilleras y las líneas
fronterizas, más rejas y alambradas que   carácter,
o diferencia o rumbo del perfil,
el mismo drama grande,
el mismo cerco impuro el ojo vigilante.
Veinte patrias para un solo tormento.
Un solo corazón para veinte fatigas nacionales.
Un mismo amor, un mismo luego para nuestras tierras
y un mismo desgarramiento en nuestra carne….
Si alguien quiere saber cuál es mi patria
se lo diré algún día.
Cuando hayan florecido los camellos
en medio del desierto. Cuando digan
que las mujeres bajan sus dos manos
de la cabeza y la alzan en la brisa,
cuando los trenes salgan a la calle
el día de la fiesta con sus vías
bajo el brazo y descanse el fogonero.
Cuando la caña se desnude y rían
los machetes en fuga hacia el batey
dejando en paz las manos sorprendidas.
Cuando todo milagro sea posible
y ya no sea milagro el de la vida:
Cuando empiece a bajar esta manera
de ignominia
y deje al descubierto hacia la aurora
el fondo firme de los pueblos. Día
justo de enumerar las cordilleras
de la nueva semana y cuáles son
los meses que contienen alegría.
Entonces se sabrá cuál es mi patria
y mucha gente irá con sus camisas
de todos los colores y ciudades.
Llenarán sus costuras con la firma
nuestra, de nuestra libertad y entonces
irán a repartirlas.
La llevarán al viento por los valles
en todas las Antillas.
Dirán que somos libres y golosos,
que gozamos del pan y de la espiga.
Que cada hombre tiene dignidad
cada mujer sonrisa.
Que tenemos la patria verdadera
y ésta también será la patria mía….
Pedro Mir,  Si alguien quiere saber cuál es  mi patria.

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