Dúo Balaguer-Del  Villar

Dúo Balaguer-Del  Villar

Don Luis del Villar fue por largos años subdirector de la Oficina Nacional de Presupuesto (ONAPRES). En la práctica operó como Director, pues don Juan Bautista Carrión, titular del cargo, carecía de interés en estas funciones. Y Joaquín Balaguer, el Presidente de la República, no deseaba sustituir a ese Director. En el fondo, a lo mejor, sentía satisfacción con tener a don Luis como su ejecutivo en la oficina. Don Luis, por su parte, fue discreto en extremo por la celosa conservación de cuanto le indicaba el mandatario.

El dúo Balaguer-Del Villar manejó el Presupuesto de Ingresos y Ley de Gastos Públicos como si estuvieran escatimándole recursos a un hijo botarate. El Presidente disponía. El segundo llevaba a la práctica lo que mandaba aquél.

Cuando los estudios econométricos de los técnicos preveían un desmesurado aumento de los ingresos en el año fiscal subsiguiente, Balaguer subvaluaba.

Del Villar llamaba a los diseñadores y les ordenaba rebajar cifras. Por supuesto, hablo de los doce años.  Admito que ello tenía intención política. Proyectos no contemplados en la planeación del Secretariado Técnico de la Presidencia aunque anhelados por la esperanza popular, se cubrían con estas diferencias.

Por ello se explica la incesante inversión de capital al margen de la prevista, sin llevar contra las cuerdas al sector productivo. ¿Oyeron hablar ustedes, en épocas de Balaguer, de un negocio cerrado por la Dirección General de Impuesto sobre la Renta? A los productores no se les revisaban los bolsillos.

Balaguer creía en que el desarrollo comenzaba por el fortalecimiento de quienes generan riqueza.

Y, por supuesto, dirigía su criticada política hacia la promoción de la persona humana, mediante el impulso a la clase media.

Por ello disponía de estos superávits para inversiones directas a programas productivos e imprevista inversión social. También para transferencias corrientes hacia determinados programas, públicos o privados, de servicio social.

Ocultaría la realidad si no dijese que ante él naufragaban los suntuosos seminarios y foros, la papelería de lujo y los vehículos de alto consumo.

Tampoco se otorgaban placas de número oficiales a todo funcionario. Porque esa concesión eliminaba un contribuyente en capacidad de pagar por su derecho a la circulación dentro de un automotor. Proverbial se tornó la charada que hicieron circular José Miguel Mondesí y Rafael Tomás Hernández, de que contaba los bloques que componían las paredes de una edificación.

Es probable que no llegase a tales extremos. Sin embargo, Tato Bisonó, ingeniero civil de profesión, ha dicho, públicamente que con Balaguer aprendió la economía de la construcción.

Y Bisonó, constructor de viviendas, ha probado con el éxito, que sabe de lo que habla.

Hoy, cuando el país habla de déficits presupuestarios ocultos o cuando se habla de que no hay dinero para la Biblioteca Nacional, pienso en el dúo Balaguer-Del Villar.

¡Qué dúo, amigos lectores! Ojalá los hubiesen conocido.

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