¿E’ pa’lante que vamos?

¿E’ pa’lante que vamos?

 RAFAEL TORIBIO
Hay procesos que una vez desatados se hacen irreversibles. No es posible dar marcha atrás. No se pueden detener y arrastran voluntades y conciencias. Esto es mucho más evidente cuando a procesos políticos se refiere.

Por eso, en un artículo anterior, que titulé “No la haga, señor Presidente”, le advertía algunas de las consecuencias que traería embarcarse en la aventura de la reelección: tendría que estar dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario, primero para lograr la postulación por el partido y luego ganar en las elecciones nacionales.

Ya vimos lo que tuvo que hacer para no perder en la contienda interna, enfrentando a su anterior estrecho colaborador y amigo, con el propósito de ganarle mucho a poco. Sabemos también las consecuencias que este enfrentamiento ha traído para la unidad del partido y las posibilidades de triunfo en el certamen de mayo próximo.

Hemos visto también lo que se está haciendo «a marcha de vencedores», camino a la reelección. El rol de Presidente en busca de mantenerse en el poder ha sustituido al de Jefe de Estado: todo lo que se hace, o se deja de hacer, está determinado por su conveniencia o no para el proyecto reeleccionista.

Los recientes cambios en el gobierno, percibidos por una parte importante de la ciudadanía con asombro e indignación, constituyen acciones que se entiende deben realizarse, aunque disminuyan la estatura del liderazgo que se había forjado, y pueden terminar restando más que sumando.

Desde distintos sectores se había sugerido al Presidente la necesidad de introducir cambios en el equipo de gobierno.

Varias razones lo aconsejaban.

Al desgaste normal de un gobierno que agotaba su tercer año se añadía que algunos funcionarios habían recibido fuertes críticas por su desempeño, llegando hasta hablarse de serios conflictos de intereses; en el equipo económico las diferencias internas se hacían, reiteradamente, de conocimiento público.

Por otra parte, con la introducción de nuevas figuras en el equipo de gobierno se podía dar la sensación de que en este último año del presente período no habría más de lo mismo, presagiando lo que podrían ser las orientaciones del nuevo gobierno, si lograba reelegirse.

Pero no. En vez de sustituir a colaboradores cercanos, los rota y los nuevos son «viejos» y conocidos por la venta de lealtades. La oportunidad se aprovecha para dar un testimonio de apego a un clientelismo y proselitismo político primitivo y denigrante, tanto para el que ofrece como para quien acepta.

En vez de un gabinete que significara una reorientación en la gestión del gobierno, lo que se conforma es una especie de Frente Reeleccionista con asiento en el Palacio Nacional, encargado, además, de la gestión del Estado.

En medio de declaraciones reiteradas de que estamos inmersos en una revolución democrática, de fortalecimiento institucional y de una gestión racional, eficiente y moderna del Estado, nos encontramos aumentando la nómina pública pagando con un cargo público eventuales lealtades políticas, favoreciendo a «dirigentes» que no tienen dirigidos.

Mientras se habla de racionalidad y modernidad se balcaniza el Estado entregando partes del mismo a tránsfugas de la política, que la administrarán para beneficio suyo y de sus partidarios, a cambio del apoyo a la reelección.

Estos nombramientos ¿suman o restan? Los nombrados sumarán poco, porque nunca han tenido muchos seguidores. La parte de la ciudadanía, cada vez más numerosa, no comprometida partidariamente, pero que con su voto premia o castiga ejecutorias y comportamientos, no creo que pueda estar satisfecha con estas designaciones. Pienso que tampoco lo estarán muchos peledeístas, estén o no en el gobierno.

Lamentablemente para el país, para el PLD y para el propio Presidente de la República, tendremos que seguir presenciando y padeciendo decisiones como éstas. Son consustanciales a la búsqueda de la reelección.

Si es así que e’ pa’lante que vamos, ¡qué pena!

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