Cuando Juan Bosch regresó a su país luego de casi tres décadas en el exilio, era entre nosotros una figura prácticamente desconocida. Su nombre, su quehacer intelectual y político, su vida personal toda, no tocaban nuestras playas. Era tabú, un proscrito de la dictadura de Trujillo que vigilaba sus pasos y cuidado de aquel que osara un acercamiento. Para entonces no eran conocidos los fabulosos medios de comunicación que en un abrir y cerrar de ojos te ponen en contacto con millares de personas.
Siendo Juan Bosch Gaviño una figura de relieve internacional, altamente estimado y reconocido por su indudable talento como escritor, historiador, ensayista, sus célebres cuentos que encerraban una denuncia mordaz y un claro mensaje social de solidaridad dirigido a la gente más necesitada y desamparada, habiendo ejercido un indiscutible liderazgo político contra un régimen despótico que hundía en la pobreza e ignorancia a toda una población mientras el Jefe y sus conmilitones , junto a los llamados “tutumpotes”, se enriquecían a sus anchas a cambio de un mendrugo de pan y del sacrificio del obrero y del hombre del campo.
A su llegada al país con su Partido Revolucionario Dominicano (PRD) fundado en La Habana, Cuba, Juan Bosch, sin un céntimo en el bolsillo, dio inicio a su campaña electoral valiéndose de su verbo proverbial y su talento, su habilidad para comunicarse con los demás, con su gente, con un lenguaje sencillo y convincente trasmitiendo sus charlas radiales cotidianas hasta hacer de ellas una necesidad nacional, educando y enseñando a su pueblo el valor de su voto, las diferencias de clases existentes, no inventadas por él, sus características sociales y económicas, creando conciencia política y ganando confianza y simpatía, enfrentando a opositores sin credibilidad, sin arrastre, respaldado por la Iglesia católica y la rancia oligarquía incapaz de hilvanar un discurso coherente que pudiera superar su verdad: “Vergüenza contra dinero.”
Así obtuvo Bosch un triunfo arrollador en las primeras elecciones limpias y democráticas a partir del ajusticiamiento de Trujillo, no superadas por elecciones posteriores, “matadero electoral”, groseramente fraudulentas, impúdicas, ilícitas, decididas por el poder hegemónico del gobierno y el no menos poderoso Don Dinero, hasta nuestros días con ligeras excepciones.
El panorama actual no es para llenarse de ilusiones. Según se vislumbra va por el mismo corte. Todavía dividido, el PLD representa poder y dinero, con un Presidente de la República que abandona sus funciones para demostrar que es él, no otro, el candidato que está en campaña con todos los recurso del Estado a su disposición; el que sale en defensa y garantiza que aquí no va a pasar nada, que las cosas seguirán por el buen camino pautado por el PLD y su gestión administrativa, haciendo galas de los medios publicitarios que escandalizan para convencernos de que aquí no hay ,ni ha habido, corrupción ni impunidad y sí crecimiento económico sostenido que refleja el desarrollo y el bienestar general que disfrutamos . ¡E pa lante que vamos!