Ebriorexia: cuando el alcohol sustituye a la comida

Ebriorexia: cuando el alcohol sustituye a la comida

Efe Reportajes.  A la anorexia y la bulimia, dos de los trastornos de comportamiento alimenticio más conocidos, hay que añadir la ebriorexia, que se manifiesta en la voluntad de quien lo padece en sustituir la falta de comida con la ingesta de alcohol. Esta patología puede traer graves consecuencias y, lo más preocupante, es que muchos ebrioréxicos lo son sin saberlo.

La anorexia y la bulimia constituyen dos de los trastornos de comportamiento alimenticio más conocidos y difundidos por los medios de comunicación. Mientras en el primer caso, el afectado rechaza la comida hasta límites de peligro mortal para la salud, por razones de estética corporal fundamental, los bulímicos alternan los grandes atracones de comida con vómitos, consumo de laxantes y ayunos prolongados que dan lugar a peligrosas oscilaciones de peso.

Según el Ministerio de Sanidad y Consumo, en España se diagnostican cada año 80.000 casos de anorexia, una enfermedad que afecta sobre todo a mujeres y que suele manifestarse con los primeros calores primaverales cuando brota el deseo de lucir el tipo y los jóvenes optan por estas prácticas tan poco saludables.

Supuesto erróneo

A estos dos trastornos tan conocidos en todo el mundo hay que añadir una patología relacionada, la ebriorexia –acrónimo de ebriedad y anorexia-, también conocida como “drunkorexia” de acuerdo con la terminología anglosajona.

El ebrioréxico sustituye la falta de comida en el estómago con las calorías que aporta al organismo el consumo desenfrenado de alcohol, basándose en el supuesto  de que la dieta queda así equilibrada.   La obsesión por estar delgado y cierta aceptación social sobre el consumo de drogas y alcohol, constituyen un peligroso cóctel responsable del aumento de las nuevas patologías relacionadas con la comida y la bebida, según advierte  la Asociación Española para el Trastorno de la Conducta Alimentaria (AETCA).

Agrega AETCA que la ebriorexia puede darse como consecuencia de un juego inconsciente de los jóvenes a “ser mayores”, sin conocer las consecuencias peligrosas de este acto de omnipotencia frente a los peligros de las bebidas alcohólicas, y a pesar de la información que reciben sobre los riesgos que conlleva este tipo de prácticas, como por ejemplo el daño que sufren hígado y cerebro por la falta de nutrientes y la ingesta de bebidas.

De acuerdo con las escasas descripciones clínicas del síndrome, el trastorno del ebrioréxico pasa por tres fases. En la primera, el afectado únicamente toma alcohol para compensar las calorías que le proporcionaría la comida. En la segunda, para aguantar la abstinencia alimenticia sigue ingiriendo alcohol, o bien lo combina con metanfetaminas para inhibir el hambre. Y en la tercera se da un atracón de comer que puede ir seguido de vómitos para vaciar el estómago.

Ateniéndose a esta descripción, la ebriorexia constituye una mezcla de alcoholismo, anorexia y bulimia.

Poco conocida

La ebriorexia es tan escasamente conocida que hay muy pocos especialistas que la traten y, lo que resulta más preocupante, muchos ebrioréxicos lo son sin saberlo, según datos facilitados por la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia (ADANER), uno de los pocos referentes en España para asesoramiento de esta conducta a la que están expuestos muchos jóvenes adictos a consumir alcohol en sus ratos de ocio y de “sociabilidad”. 

El perfil del ebrioréxico, agrega ADANER, es el de un joven aficionado a alternar, con una edad comprendida entre los 18 y los 30 años.

Riesgo de enfermedades

La ebriorexia es, en muchos casos, difícil de detectar porque a nadie le llama la atención que un adolescente se emborrache con sus amigos los fines de semana y que, además, esté pendiente de su dieta. El riesgo principal de la ebriorexia, según la asesoría psicológica de ADANER, es que puede derivar en desnutrición, intoxicación por etanol e incluso coma etílico, además de dañar de forma fulminante órganos vitales y las neuronas. La principal dificultad con la que se encuentran los psicólogos y psiquiatras que tratan a los ebrioréxicos es la falta de unas “pautas fijas de comportamiento”.

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