Ebrios, con anteojeras y sin olfato

Ebrios, con anteojeras y sin olfato

Teófilo Quico Tabar

Sectores sociales que por su condición se supone que tienen más conocimiento que el resto de la sociedad, acerca de lo que ocurre en el país y el mundo, muchas veces actúan como si tuvieran borrachos, sin olfato o usando anteojeras. De esas que les ponen a los caballos para que no se asusten con lo que ocurre a su alrededor y fijen la mirada solo en lo que tienen de frente.
Pero el que cree que la mayoría de la gente es tonta, subestima la capacidad popular. Esa mayoría, que no tiene que guardar ciertos requisitos sociales, y que normalmente está libre de cualquier tipo de inhibiciones y sin anteojeras, se fija en lo que ocurre delante de ellos y a su alrededor.
De tontos no tienen nada. Saben o perciben, como dice la vieja canción, “de dónde sacan, pa’ tanto como destacan”. Y eso crea en la mentalidad popular una actitud que los conduce a la incredulidad, o a las dudas. Solo los que de alguna manera están adocenados por quienes han crecido rápidamente y sin límites, o que les han permitido alcanzar peldaños sociales superiores, no se fijan en esos alrededores. Con todo y conocimiento, las anteojeras solo les permiten mirar lo que les conviene.
Se parecen a dos conocidos compadres que acostumbraban salir de tragos, y una noche, de regreso a sus casas, tambaleándose por los efectos del alcohol, caminaban abrazados para no caerse. Cuando de repente uno de ellos detuvo el paso, y el otro le preguntó, ¿compadre porque se detiene?, y él le contestó, oh compadre, y usted no ve esa cantidad de desperdicios humanos en el medio del camino. Pero el otro le contestó, no compadre eso es lodo.
No, le replicó el otro, esos son excrementos. Que no compadre insistió, es lodo. Fíjese, y entonces, sosteniéndose de él con una mano para no caerse, con la otra metió los dedos en lo que había en medio del camino y se lo untó en los brazos y la ropa. Y haciendo equilibrio, se embarró las dos manos, pero al pasársela cerca de la cara, se quedó paralizado. Entonces el otro le preguntó, ¿qué pasa compadre?, y él le contestó, creo que usted tiene razón, no es lodo. Así compadre, que tratemos de desecharla para no ensuciarnos los zapatos.
Algunos sectores, públicos y privados, borrachos de poder y obnubilados por sus bonanzas, porque de diferentes maneras han sido socios, aliados o canchanchanes, al parecer no les ha importado la cantidad de desperdicios humanos encontrados en el camino, porque ni los advirtieron ni los desecharon. Porque tontos no son para no darse cuenta de que de que algo olía mal.
Su borrachera ha sido peor que la de los compadres, porque aquellos, aunque se embarraron las manos, por lo menos notaron diferencia en el olor y la apariencia, y la desecharon. Pero estos prefieren seguir embarrados de arriba a abajo, aunque para disimularlo, luzcan ropa y zapatos limpios. Mirando solo hacia el frente para no ver sus colindancias comprometidas.

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