¡Eccovi…., este hombre ha estado en el infierno!

¡Eccovi…., este hombre ha estado en el infierno!

DIOGENES VALDEZ
Sin ninguna duda de por medio, esta célebre frase es aplicable a la figura literaria de Hermann Melville, ya que su alma inconforme vivió atormentada por la severa moral y la rudeza del medio social en el que vivía. La frase que da título a este breve trabajo, ligeramente modificada (¡Eccovi, este niño ha estado en el infierno!), pronunciada por un crítico después de haber leído El asesinato considerado como una obra de arte y confesiones de un fundador de opio, de Thomas de Quincey, también se ajusta perfectamente a la sicología del autor de Moby Dick, Typee, Mardi, Pedro o las ambigüedades, Benito Cereno y Billy Budd, entre otros títulos.

Rebelde como ningún otro mortal, de Melville se ha llegado a decir, que no sólo “todos los espíritus malos de las tinieblas se lo disputaban” sino que estos mismos demonios “se habían cebado en él”. No en vano, en múltiples ocasiones se le tildó de hereje.

A pesar de su espíritu pesimista, Melville pudo sobreponerse a las críticas y dar a la literatura obras perdurables como Barteby es una pequeña muestra de orfebrería, texto obligado en las más importantes y exigente de las antologías.

Typee es tal vez la primera región míticas inventada por la literatura. Es precursora de otras geografías imaginarias, sin duda alguna mucho más conocidas, como son Sphangri-lá, Yornapatawpha y Macondo.

Typee es un valle mágico, donde la vida transcurre entre gente sipole, todavía no contaminadas por la civilización. Toda esta placidez está representada en la figura de Fayaway. Personaje que, si no hubiese sido por condicionamientos previos, podría considerarse un alma gemela del autor. Melville describe dicho personaje de la siguiente manera: “la civilización no le había dado velos; el cristianismo no le había dado compunción. Ella no era ni un misterio ni un pecado” (op. Cit, pg. 260). Muchos de los episodios de dichas novela, Melville los retoma y los utiliza en su biográfica narración de viajes en el barco de guerra Neersink, que titula La chaqueta blanca (The white jacket).

Después de la aventura literaria de Typee, en la vida de su autor se sucedieron aventuras reales, como varios viajes a las islas de los mares del sur, o su desgraciada participación en la travesía del ya mencionado Neversink. Dispuesto a sentar cabeza, Melville contrae matrimonio con Elizabeth Shaw, pero ésta también sería otra aventura que naufragaría en el mar de los fracasos.

Epígono de su tragedia conyugal es su novela Mardi, en la que Melville se embarca en una extensa “peregrinación tras un hechizo perdido”, en aras de la posesión total de ese goce santo y misterioso que sintió durante su período de noviazgo. Mardi es una suma de sátiras e idealismo, que a su autor le sirve de entrenamiento para la que será su obra capital: Moby Dick. Mardi es entre muchas cosas, la confesión de su autor, quien admite haber sido derrotado por la vida en todos sus proyectos.

Moby Dick, es la metáfora entre el escepticismo y el fervor, entre la maldad y la bondad, y mucho del comportamiento del captán Ahab se confunde con el de su creador, porque la obsesión de aquél por la ballena blanca, se parece demasiado a los combates que Melville tuvo contra la sociedad y las instituciones de su tiempo. Este gran bostoniano, a manera de despedida, o mutis literario, emprende la construcción de Pierre or the ambigüities, un cuento aparentemente insubstancial, de carácter autobiográfico, en el que el tema central es un incesto que revela todas las crisis espirituales por las que atraviesa su alma herida. Finalmente, después de haber cometido un asesinato, el personaje principal de la obra (Pedro), decide escapar de este mundo por medio del suicidio.

A pesar de la banalidad, este relato ejerce en el lector cierta fascinación por la ferocidad narrativa que utiliza el autor. Está lleno de sueños, de pasiones mortales y de pasiones míticas, como las que lleva a cabo Enceladus, especie de semidiós, productos de la unión incestuosa del cielo y la tierra, como las de Lucy, hija pura del cielo exclusivamente, quien logra despertar los sentimientos más nobles en el interior de Pierre, a quien convierte en el “payaso de la verdad, el payaso de la virtud”, y también, en “el payaso de la fortuna”.

En fin, Pedro o las ambigüedades, lo mismo que Moby Dick, “es un libro macabro e hiriente”, cocinados ambos “en el fuego del infierno”; por tanto no ha de resultar extraño que tales textos sacudieran los cimientos en los que se apoyaba la sociedad de la “vieja” Nueva Inglaterra.

Como acto supremo de rebeldía, en el capítulo de la que sería su última creación literaria, Melville hace decir a Pierre lo siguiente:

¡Afuera vosotros, Platón, Espinosa, monos charladores, chambones que por poco me hacéis, creer que la noche es el día y que el dolor no es más que un cosquilleo! Explicadme estas tinieblas, exorcizad este demonio. ¡Impotentes! No me digas tu, Goethe, farolón de siete suelas, que el Universo no puede existir sin ti y tu inmortalidad… Y el universo sigue adelante sin ti… Tú no fuieste más que un fragmento presuntuoso y empedernido de hombre. ¡Más mira! Te tengo en esta mano, y te pulverizo como una cáscara de huevo.

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