Echándole leña al son

Echándole leña al son

El documentado músico-investigador Julio Cesar Paulino, exdirector del desaparecido Museo de Bellas Artes, categoriza de antiguo la trascendental información. Específicamente en su artículo “Contradanzas, Independencia y Merengues”, publicado en la revista “Cultura”, correspondiente a septiembre de 1994, editada por la entonces Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos:

“Ya nuestro antiguo Bolero Son o Bolero con Jaleo, conocido mundialmente con el nombre de Son Cubano, introducido en la hermana isla a finales de la década de 1890 por Sindo Garay y Nené Manfugás (este último no solo introdujo en la ciudad de Baracoa el citado género, sino también el Tres dominicano)”

La afirmación se hace notoria, porque enlaza importantes eslabones inéditos o no profundizados, que aguardaban ser despejados en nuestra historiografía de la música.

Este invaluable referente, fundamentado en documentaciones vívidas, sólidamente estructuradas sobre cuidada y elaborada tradición, confirma categóricamente que: “Bolero Son y Bolero con Jaleo”, al constituir expresiones rítmicas similares, está a su vez reconfirmando un acontecimiento cultural irrefutable, una sólida ratificación de que durante una larga etapa en el tiempo, “Son”y-o“Jaleo”, denominaron rítmica y conceptualmente en el país dominicano una misma manifestación del folclor popular. Un mismo género musical.

El gran bardo Porfirio Golibart nos deja el rastro en su opúsculo “Romanticismo Tradicional”. Su referencia cobra especial dimensión, cuando plantea al inquieto “Mongolero” Chepe Bedú, como creador de tal “variante” y Puerto Plata, cuna original, precisamente del “Bolero-Son”o“Bolero con Jaleo”. El párrafo confirma, además, la presencia remota de nuestro legendario “BOLERO”, evidenciando un creativo manoseo artesanal, característica de larga tradición en nuestra musiquería callejera, desde tiempos adoquinados de bandolas, Nicuesas, serenatas, yeguas bailarinas y…sones mulatos en la “Taberna de los Cuatro Vientos”:

“Lo mismo sucedió con el Son, tiempo más tarde, en 1901, Chepe Bedú escribió en Puerto Plata un bolero, después de la primera y segunda parte, LE PUSO UN COMPÁS MOVIDO, pero al ser poblada la ciudad Atlántica por una expedición revolucionaria cubana, se llevaron los expedicionarios toda aquella música nuestra, desconocida por ellos…”.

Golibart era un conocedor vivencial de la cuestión musical cubana. Tanto por haber vivido en Cuba con notoria actividad en el campo de la composición, donde su emblemática “Florecilla de Amor” quedara eternizada por la clásica “Sonora Matancera”, como en el hecho de ser un preocupado sensible, legando sus escritos a la posteridad.

Igualmente Peña Morel, incisivo músico-historiógrafo, asume el término reseñando desde Puerto Rico una festiva celebración dominicana en el Hotel Condado-Vanderbilt en 1930. “Especial para el Listín Diario”:

“El reloj musica la doce. Ha sonado la hora dominicana. La expectación curiosa, escudriña interesada, el interior del palco donde luce sus colores cruzados la heroica Enseña de Febrero. Aparecen, vistiendo típico uniforme, los seis trovadores del Grupo Quisqueya… Las guitarras, el bongó y los palillos, denuncian el introito de un BOLERO-JALEO de puro sabor criollo dominicano…”.

En sus “Notas Criticas” publicadas en 1929, nos señala, con certidumbre académica, el origen manifiesto del “Jaleo”. El comentario ubica, específicamente, esta particular noción, entre influencias culturales heredadas de nuestras tempranas emigraciones arribadas en épocas de la Conquista:

“… de los aguinaldos y los JALEOS CANARIOS nació nuestra mangulina… “

Hoy en día nuestro típico “Jaleo” es parte viva en la artesanía del Merengue tradicional. En la diversa tradición española ha permanecido como vívido antecedente entre sus múltiples y ricas expresiones regionales; confirmación de tableteo palmoteante es el “Jaleo de Jerez”, perdurable tradición impregnada de grato “aroma andaluz”.

La innegable autoridad y sapiencia calificada de Augusto Vega, aporta y dimensiona las referencias históricas más sólidas. Sus nociones musicales, autenticadas y testificadas en gráficas partituras de puño y letra, como sus escritos, confirman la presencia anciana del GÉNERO “Jaleo”, como parte integral en nuestro folclor, enfatizando con gráfica autenticidad el impactante irrefutable de que “Jaleo” y “Son”, eran una misma cosa.

Su fortaleza de juicios es respaldada por su dimensión como figura altamente calificada para conceptuar nuestra historiografía:

“Augusto Vega ha compuesto unas trescientas obras, incluyendo la ópera “Indígena”; dos oberturas para orquesta; “Folklore Sinfónico” (de temas dominicanos) y “Juan Pablo Duarte” esta última tocada varias veces en los Estados Unidos; dos obras para coro que son muy conocidas en la América Latina: el “Himno Filial” y el “Himno Hispanoamericano”; una colección de ochenta y seis canciones escolares y gran cantidad de música bailable”.

“Nació en Puerto Plata el 10 de octubre de 1885; reside actualmente (1944) en San Pedro de Macorís. Durante un corto tiempo fue discípulo de José María Rodríguez (Arresón); más tarde de Arturo Cosgaya y Caballo en Mérida, Yucatán. Ha sido profesor en varios conservatorios en Cuba y también director de la banda de esa isla. En la República Dominicana ha sido director de la banda municipal de Puerto Plata e instructor de las escuelas normales. Su música ha sido publicada en La Habana, por la Tipografía Musical de Pedro Acosta y, en los Estados Unidos, por AlphaMusic (Nueva York)” (Coopersmith).

Vega grafica y glosa sus atinados juicios con partituras-muestras de géneros y arqueologías musicales de valor incalculable, preservadas por la tradición en favor impagable ante la historia. Las mismas, conformaron su participación en un importante concurso de rescate de tradiciones dominicanas antiguas, celebrado a raíz del Centenario de la República en 1944.

La más importante entre estas partituras antiguas, muestra, gráfica y documentalmente, el arcaico Son “Ma’ Teodora”. Lo que, además de unificar los géneros “Jaleo” y “Son”, confirma la presencia específica del “Son de la Ma’ Teodora”, insertado en el ámbito de la musicología histórica tradicional dominicana, desarmando la prestidigitadora temeridad cubana.

Apunta Vega, subrayando la muestra monumental de “Ma’ Teodora”, denominada “JALEO”, afirmaciones firmes, las cuales merecen ser objeto de serena y cuidadosa investigación:

“Ma’ Teodora se inmortalizó. Tocaba bandola y Cuatro y tenía una voz muy timbrada y producía. A ella se le atribuye la creación de muchos cantos populares. Con una amiga llamada Rafaela Guinés (SIC), desembarcó en Cuba llevando la música dominicana, y Cuba hizo del merengue, la Rumba y la Conga. De nuestra Guaracha, el Bolero. DE NUESTRO JALEO, EL SON, y, de nuestra Quisqueyana, la Criolla…”.

Entre numerosas partituras mostradas, Vega rescata varios “Jaleos” o “Sones”, entre ellos el titulado “la Vacunación” (1917), cuyo autor, Danda Lockward era el padre de nuestro emblemático Juan Lockward; fundamento del escenográfico apellido:

“Este Jaleo es una crítica a la ley de vacunación lanzada en el período de ocho años de ocupación militar…”.

Otro “Jaleo” o “Son” salvado, se titula “El Curita Enamorado”. Su gracia está impregnada de tierna malicia campesina. Subraya al final:

“El jaleo se pierde su origen con los siglos. Es cadencioso y bailable”

Otro “Jaleo” o “Son” incluido, es el titulado “El Aguatero”. Su mensaje alegre y divertido, confirma una característica en este tipo de expresión musical callejera, como es el Son:

“De los bidone(SIC) del agua…. que se vende y no se acaba….”.

En el contexto del antiguo “Diccionario…de Voces y Frases Cubanas” de Esteban Pichardo, editado en 1836, no aparecen incluidos los términos “SON”, “JALEO” ni “TRES”. Es obvio que no eran palabras conocidas o rutinarias del lenguaje cubano de la época. Serían reinsertadas, como bien afirma Julio César Paulino, al regreso de Sindo Garay y Nené Manfugás.

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