Echegaray

Echegaray

JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Una noche del año de 1945 en Bonao llegué a La Voz del Yuna con el libro Alma América, de José Santos Chocano. El brillante locutor cubano Raúl Delgado Cué quiso hojear y ojear el libro, encontrándose con un poema dedicado por el poeta peruano al español José Echegaray. Delgado Cué se permitió lanzar al aire el poema, haciendo un penegírico de Echegaray, en el cual lo presentó como el más grande dramaturgo de España.

Ahora transcurridos sesenta años me propongo decir algunas laudatorias y justicieras palabras a la memoria del primer español que conquistó el Nobel de literatura. Hecho ocurrido en el 1904, hace ya ciento un años. Este hombre extraordinario nació en Madrid el 19 de abril de 1832 y en la misma ciudad falleció el 14 de septiembre de 1916, a la edad de 84 años.

En el 1904 el rey Alfonso XIII convocó al palacio del Senado a lo más granado de la nación ibera para personalmente entregarle a José Echegaray el primer Premio Nobel llegado a España. Para ese suceso apoteósico Alfonso XIII invitó al gobierno, al cuerpo diplomático, a los mandos civiles y militares y cabezas altas como Benito Pérez Galdós, Marcelino Menéndez y Pelayo y Santiago Ramón y Cajal.

José Echegaray era un científico, un político y un literato. El galardonado era un matemático con cátedras universitarias, un constructor de caminos, ingeniero de carreteras, director general de Obras Públicas en cierta época y también ministro de Hacienda y Fomento. El hombre logró triunfar como economista y a los 43 años quiso meterse a escritor, para tratar de triunfar como dramaturgo. Lo logró y cuando sus obras se presentaban era necesario adquirir las entradas con muchos días de antelación.

El estreno de un drama de Echegaray era un verdadero acontecimiento. Y hasta se aseguraba que al terminar la representación de sus obras, los fanáticos asistentes lo encaminaban a su residencia portando antorchas.

Se afirma que Echegaray era sumamente humilde, no se aprovechaba jamás de su condición de científico, ni tampoco de su elevada posición gubernamental. Por eso cuando entregó para que fuera montado su drama “El libro talonario”, no le dijo a la actriz Matilde Díaz, directora de la compañía teatral, que dicha obra era de su autoría, sino que le pertenecía a un gran amigo de él que residía en París y que tenía por nombre Jorge Hayeseca. (Se trataba de un anagrama con las mismas letras de José Echegaray). El anagrama es una palabra formada con las letras de otra palabra colocadas en un orden diferente. En este caso fueron dos las palabras.

A los ensayos asistió Ramón de Campoamor, que seguido se dio cuenta quien era el verdadero autor de “El libro talonario”. Y entonces el secreto no fue tal.

Echegaray fue a Estocolmo al extremo de su obra maestra “El Gran Galeoto”.

El rey de Suecia asistió al estreno y le colocó al talentoso dramaturgo la Gran Cruz de la Estrella Polar.

Estas son algunas palabras de “El Gran Galeoto”: “Pero ¿Por qué…? ¡No te parece sino que soy culpable! ¡La calumnia miserable no mancha sólo envilece! ¡Es engendro tan maldito que, que contra toda evidencia, se nos mete en la conciencia con el sabor del delito! ¿Por qué de un necio terror, me oprimen los ruines lazos?”

Echegaray fue un dramaturgo de una fecundidad extraordinaria. Se recuerdan de él sesenta y siete títulos. De ellos treinta y cuatro en versos y treinta y tres en prosa. Es fama que época hubo en que resultaba cosa imposible que en los teatros de España se presentaran obras que no fueran de Echegaray. De maravillosa acogida fueron: En el seno de la muerte, La esposa del vengador, Vida alegre y muerte triste, O locura o santidad, Mancha que limpia, En el pilar y en la cruz… Y ya basta!.

José Echegaray, que murió hace ochenta y nueve años, fue un genial hijo de Madrid. El vivió cubierto por una aureola de sabio; en la ingeniería fue un consagrado, un maestro; su cátedra fue alta, con el título rutilante de académico de muchas ciencias. Sus dotes extraordinarias le permitieron brillar con gran valía en los elevados cargos públicos que desempeñó. Y a los cuarenta y tres años cuando incursionó en la literatura, fue entre los dramaturgos: El Patriarca.

Fue un hombre sabio, sencillo y bueno, tres supremas cualidades que puso al servicio de la ciencia, de la política y de las letras de su inmortal España. La España que conmemora el Cuarto Centenario del Ingeniero Hidalgo Don Quijote de La Mancha.

Gracias anticipadas para el talentoso Fernandito Infante, porque bien sé que en su tertulia diaria con los avezados contertulios Ramón Font, Ubi Rivas, Kilbourne Salcedo y otros más, algo se dirá de Echegaray, el que manejaba con maestría en sus impactantes melodramas el tema siempre candente del honor ultrajado.

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