ECOLOGIA 
Desde la máquina de vapor hasta acá

ECOLOGIA  <BR>Desde la máquina de vapor hasta acá

POR DOMINGO ABREU COLLADO
Desde la máquina de vapor hasta acá
Hace más de 230 años que los ingleses Thomas Savery y Thomas Newcomen inventaron la máquina de vapor, patentada en 1769 por James Watt. No sabemos cuántos árboles se «comió» la primera de esas máquinas para la producción de la energía que demandaba para su funcionamiento. Pero estamos seguros que ni Savery, ni Newcomen, ni Watts, nunca pensaron que su invento iba a poner en peligro los bosques de todo el mundo, y mucho menos en tan corto tiempo.

La máquina de vapor, durante su desarrollo, demandó tanto de árboles como de carbón, principalmente de éste último durante su aplicación en la industria que revolucionaría la producción, la economía y a la misma humanidad, la que fue lanzada hacia una carrera desenfrenada que no se ha detenido todavía. Y aunque ya los países fríos no queman madera para calentarse, sino que utilizan -allá y en todo el mundo- combustibles fósiles y la desintegración del átomo, la destrucción de bosques y el consumo de recursos nos ha colocado en una situación tal que, actualmente, estamos consumiendo 20% más de esos recursos que los que puede ir reponiendo el planeta.

Veintinueve años después de patentizada la máquina de vapor, otro Thomas reveló como desde una visión dantesca lo que le vendría al mundo como consecuencia del crecimiento desproporcionado de la especie humana y la posible insuficiencia de alimento para todos. Thomas Malthus advirtió que al mundo le aguardaba un desastre al no poder mantener a toda su población, opinión que luego fue dejada de lado cuando otros filósofos notaron que había algo con lo que Malthus no contaba: las enfermedades, las epidemias y las guerras, en las que se cifraban «las esperanzas» de que no llegáramos al extremo avisado por Malthus.

Sin embargo, en 1972, un grupo internacional fundado en 1968, y denominado el «Club de Roma», traía de nuevo la posición malthusiana durante los foros organizados para discutir las soluciones a los problemas globales.

Este grupo planteaba que «la expansión demográfica y económica alentaría una mayor consumo de recursos y de energía y una producción agrícola a mayor escala, pero que al final los humanos agotarán las disponibilidades de recursos y de suelo y llevarán al medio ambiente más allá de su nivel de tolerancia». (Yoichi Kaya en «Look Japan, 1992).

Las condiciones actuales del ambiente: pérdida de la capa de ozono, calentamiento global, contaminación del mar, contaminación y pérdida de ríos, pérdida y aridización de suelos; van poniendo a la humanidad contra la «pared ecológica». Y sin embargo, la humanidad asiste a esta «puesta contra la pared» vestida de fiesta carnavalesca, todos bailando el merengue del desarrollo y la globalización.

Aunque las grandes naciones productoras de gases de efecto invernadero -con excepción de los Estados Unidos, el mayor productor- se han comprometido mediante el Protocolo de Kyoto a reducir las emanaciones de esos gases, responsables del sobrecalentamiento del planeta y otros males, resulta difícil que la humanidad renuncie a todas las comodidades que le ha brindado la eliminación de tantos recursos.

Tenemos entonces que vivir -lo que nos resta por vivir- con la idea de que la humanidad es irrecuperable, egoísta, suicida y, finalmente, está condenada a desaparecer, quizás antes de lo estimado, producto de sus propias acciones para vivir mejor.

 

«Vivir mejor» en Dominicana

La promesa de vivir mejor nos la trajeron Cristóbal Colón y sus acompañantes. Llegaron a la isla con la idea de desarrollar un comercio más eficiente, explotar los minerales más eficientemente también, ayudar al desarrollo del comercio internacional (español y europeo), dinamizar la distribución y propiedad de la tierra, promover la producción de alimentos, construir ciudades modernas (al estilo europeo), agilizar la comunicación y el transporte.

Una pregunta: ¿No son éstos los mismos proyectos hoy?

Cuando la República Dominicana se creo como tal, se independizó (increíble, ¡de Haití!), y comenzó a caminar por sus propios pies, la propuesta de los republicanos fue: desarrollar un comercio más eficiente, explotar los minerales más eficientemente también, promover el desarrollo del comercio exterior, dinamizar la distribución de la tierra, promover la producción de alimentos, construir ciudades modernas… ¡lo mismo!

Y lo mismo nos han planteado todos los regímenes que hemos visto desde la creación de la República hasta acá. En tanto, han ido desapareciendo todos nuestros recursos, sin que a la fecha se tenga un plan de desarrollo que implique asegurar que los recursos naturales que permiten el crecimiento económico van a permanecer, se van a reproducir y van a mejorar.

La promesa de «vivir mejor» por tener mejor comunicación o mejor televisión no es solamente insuficiente; es enferma, en un presente que no ha podido superar niveles ninguno de educación (que actualmente es más atrasada que hace 30 años); que no ha podido superar niveles ninguno de alimentación, con la comida más cara y menos nutritiva; que no ha podido superar niveles de salud, de corrupción ni de oportunidades de trabajo decente.

 

¿Permitirán las gasolineras el etanol?

Fue el comercio de la gasolina el que impidió que en la República Dominicana se desarrollara el transporte en base al ferrocarril, lo que hubiera permitido a nuestras ciudades crecer más organizadamente. Sustentar todo el transporte (pasajeros, alimentos, importaciones, etc.) sobre vehículos de gasolina y gasoil hizo imposible una verdadera organización del transporte de cargas desde los puertos y entre las ciudades, aparte de hacerlo antieconómico.

De igual manera, depender de la gasolina y el gasoil para el transporte de personas entre ciudades y dentro de las ciudades, ha hecho de este transporte un verdadero pandemonium, un suicidio económico, una locura social, un estímulo al delito y una catástrofe de la relación humana.

La principal parte de la solución a nuestros problemas económicos causados por el transporte está en reducir el consumo de gasolina y gasoil sustituyéndolos por etanol.

Un ejemplo: «el vehículo flex-fluel, que se puede mover con una mezcla de etanol y gasolina ha captado el 25% del mercado de vehículos en Brasil. En el 2004 se vendieron cerca de 330,000 unidades y los analistas pronostican un mayor crecimiento en este año. El etanol cuesta cerca de la mitad del precio de la gasolina regular. El etanol representa ya hasta un 25% del consumo de combustible en Brasil. El auge del vehículo de combustible dual, así como las perspectivas de incrementar la demanda mundial de etanol han desatado una oleada de inversiones para incrementar la producción en Brasil. Los inversionistas brasileños y extranjeros se disponen a invertir hasta tres millardos de dólares durante los próximos 5 años para incrementar la producción de etanol en 40%, de los 13.5 millardos de litros del año pasado».

Y en Dominicana, ¿qué haremos?

 

 

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