ECOLOGÍA
La «dulce» agonía de los mamíferos marinos

<P>ECOLOGÍA <BR>La «dulce» agonía de los mamíferos marinos</P>

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Los mamíferos marinos en cautiverio nos parecen simpáticos. La capacidad humana para lograr mantenerlos encerrados, en movimiento y «jugando» con el público, nos parece una proeza de la tecnología, un éxito de la ingeniería, y un avance enorme en la «comunicación» de los seres humanos con los demás animales.

Sin embargo, los mamíferos marinos que permanecen encerrados para diversión de los seres humanos, no tienen el menor interés en ser simpáticos con sus carceleros; su aparente juego no es más que un recurso para obtener comida, fruto de dolorosas privaciones y lacerantes entrenamientos; la tecnología y la ingeniería puestas al servicio del sufrimiento de estos pacíficos animales no pueden considerarse como proezas; y, finalmente, lejos de establecer comunicación, los seres humanos en general se distancian enormemente de esa intención.

Que un reducido grupo de etólogos, investigadores de la conducta animal, se empeñe en lograr esta comunicación, no significa que la humanidad tiene esos propósitos.

Los encerramientos de mamíferos marinos, malamente llamados delfinarios, no podrán nunca comparar los océanos donde se mueven libremente esos animales, con el estrecho espacio a que son confinados. Igualmente, nunca será igual el consumo de pescado fresco y sano con el pescado muerto con que se les «alimenta» en cautiverio. Y mucho menos podrán acostumbrarse a la soledad del encierro animales que comparten en el mar miles de kilómetros cuadrados con sus familias y compañeros de manada.

El negocio del turismo tradicional ha incorporado desde hace algunos años la exhibición de animales vivos en cautiverio, extendiendo así el interés de los visitantes por conocer otros aspectos de los países que visitan. En el Caribe, por ejemplo, existen actualmente cerca de 20 lugares donde se motiva la interacción entre personas y delfines. Las personas, principalmente los niños, resultan víctimas de un verdadero engaño, pues mientras ellos van a por un supuesto contacto amistoso con los delfines, los operadores van a por la obtención de verdaderas fortunas que aseguran una rápida sustitución de los delfines que mueren por stress, por desnutrición o por enfermedad.

Los turistas pagan entre 70 y 100 dólares por nadar junto a un delfín para satisfacer una curiosidad, tomarse una foto durante la «proeza», o por «hacer algo diferente» ese día. Mientras tanto, los delfines se esforzarán en esa compañía no deseada porque de ello depende recibir alimentación.

Según Naomi Rose, especialista en mamíferos marinos, «el mayor impacto para los mamíferos marinos en cautiverio es algo que se ha denominado como una «reducción drástica de su horizonte». Luego de vivir en los océanos, de sumergirse a grandes profundidades, moviéndose continuamente, un cetáceo cautivo se transforma en un animal sedentario. El efecto de esta reducción en su movilidad puede incluir una disminución de su acondicionamiento aeróbico. Algunos delfines cautivos pueden convertirse en animales obesos, incapaces de mantener un alto nivel de actividad por un período prolongado».

¿Captura y martirio por los niños?

La publicidad de los delfinarios y parques acuáticos incluye imágenes de niños felices por su contacto con los delfines. ¿Saben esos niños por lo que pasan los delfines, orcas y otros mamíferos marinos para convertirse en «su diversión»? No, esto lo sabrán después y les llenará de vergüenza.

«La industria de delfinarios raras veces se refiere al proceso de captura de los cetáceos silvestres, por una buena razón. Es una acción estresante, es un procedimiento violento que puede inducir a un estado de shock fatal», dice Naomi Rose. «Si se examina la tasa de mortalidad inmediatamente después de la captura se demuestra que, en promedio, los delfines encaran un riesgo de muerte inmediata seis veces mayor, esto es, un delfín en los primeros días de cautiverio tiene seis veces más riesgo de morir que en condiciones normales de cautividad. Toma más de un mes para que estos animales recién capturados se ajusten al cautiverio y comiencen a exhibir perfiles de supervivencia comparables con aquellos que se han mantenido por largo tiempo en cautiverio».

Los métodos de captura de cetáceos no pueden ser más crueles. Todos resultan cambios sorpresivos, chocantes y violentos. El delfín nariz de botella, por ejemplo, se captura con redes. Una vez atrapado un grupo en la red, es rodeado por embarcaciones veloces, los individuos seleccionados se arropan con una parte de la red y son arrastrados y subidos a la embarcación. Algunos delfines entran en pánico y pueden enredarse hasta morir todavía sin haberse alejado del mar.

«Los delfines blancos del Pacífico -asegura Naomi Rose-, generalmente son capturados con una red tipo colador, un método que toma en consideración que los delfines oceánicos poseen la característica de nadar junto a la proa de las embarcaciones. Una persona desde cubierta baja esta red y pasa el aro por sobre la cabeza del delfín, el cual queda atrapado en la red. Entonces el delfín es llevado a un lado de la embarcación, ésta reduce la velocidad hasta que se detiene y el delfín es subido a bordo abrúptamente. En un momento el delfín está nadando libremente en el océano, y momentos después, él o ella está tirado en la cubierta de un barco. Este proceso es totalmente artificial e increíblemente estresante, la crueldad abusa del comportamiento natural de estos animales».

Nadar con delfines es peligroso

Destacados biólogos y entrenadores de delfines están convencidos del peligro que acarrean los programas de nado con delfines. Este peligro es tanto para los delfines como para las personas del público.

Esta opinión es de una de las personas más autorizadas en relación con el manejo de delfines en cautiverio en el mundo. La doctora Toni Frohoff, quien ha estado estudiando y escribiendo sobre el comportamiento de los delfines por más de 20 años, especialmente sobre el impacto de las actividades humanas tanto en ejemplares libres como en cautiverio.

Para la doctora Toni Frohoff, «el nado con delfines definitivamente constituye un peligro para los participantes humanos. Los delfines pueden transmitir enfermedades a los humanos al igual que los humanos les pueden transmitir enfermedades a los delfines. Más aún, los delfines son animales salvajes, impredecibles, aún cuando están entrenados. Es frecuente que la gente resulte atacada al nadar con los delfines».

Citando a los especialistas Defran y Prior, de publicaciones de 1980, Toni Frohoff asegura que entrenadores de delfines con muchos años de experiencia han resultado agredidos por los mismos delfines con los que trabajaban. Pero por lo regular, la mayoría de los participantes ni los gobiernos, conocen de estos accidentes porque generalmente no son informados. Los accidentes en la relación con delfines en cautiverio «pueden incluir fracturas de huesos, golpes internos e heridas serias…»

La entidad gubernamental norteamericana National Marine Fisheries Service ha documentado accidentes de delfines con seres humanos por más de 5 años. «Yo personalmente -asegura Frohoff- he sido testigo de mucho más incidentes que los reportados oficialmente durante este período».

República Dominicana y los delfines

En una oportunidad, Toni Frohoff se refirió específicamente a la República Dominicana en relación con el turismo y los delfinarios que se promueven en el Caribe.

«La República Dominicana tiene una oportunidad de ser reconocida internacionalmente como un país de avanzada con respecto al medio ambiente y al ecoturismo. En vez de destruir los recursos naturales, su país tiene el gran potencial de promover el que el público pueda apreciarlos en su ambiente natural».

Por su lado, Albert Ward, otro especialista en mamíferos marinos, ha declarado que «la fauna de mamíferos marinos en el Caribe es diversa y tiene un potencial ecológico, económico y estético que pertenece a todos los países de la región del Gran Caribe. Es vital que esas poblaciones y sus hábitats se les ofrezca una protección sustentable».

Aunque las empresas que ofertan nadar con delfines, o que simplemente exhiben mamíferos marinos en cautiverio, hablan de educación, en realidad no hay educación con ello. «Yo no tengo conocimiento de ningún estudio que pueda afirmar que la exposición a la actividad interactiva con delfines puede aumentar el conocimiento sobre los delfines o su medio ambiente», dice Frohoff. «Se debe enfatizar que no es solo que el público no aprende sobre la historia natural de los delfines, sino que el público cree que esos trucos que se observan son parte de la conducta normal de los delfines, pueden pensar simplemente que los delfines son juguetes».

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