EFE REPORTAJE. Según una innovadora corriente de pensamiento denominada ecología profunda o ecología mental, la falta de armonía, así como los conflictos y problemas que existen entre los seres humanos y su medio ambiente natural y otros seres vivos, obedecen al tipo de mentalidad que impera en las personas.
Afirman que esta forma de pensar explotadora, dominadora y ególatra se traduce en una sociedad centrada en el ser humano como única referencia y amo absoluto del universo. De allí surgiría el conflicto con las demás formas de vida y con el propio planeta.
Los partidarios de esta tendencia proponen un cambio cultural hacia una nueva mentalidad y forma de vivir en la que la gente consiga armonía con la vida y la naturaleza -y no sobre o fuera de ella- al mismo nivel que los demás seres vivos. Para algunos psicólogos y terapeutas, esta propuesta ecológica de hermandad planetaria o algunos de sus componentes, en los que subyace la idea de que todos estamos interconectados entre nosotros y a su vez con la vida y el medio ambiente, también puede aplicarse al ámbito de la mente y las emociones humanas.
La ecología mental (EM) es un concepto integral de crecimiento humano que parte de la idea fundamental de que todos somos uno en esencia y de que todos compartimos un mismo entorno mental, en donde aparentamos separación y diversidad, explica Jorge Lomar, master en Psicología Transpersonal y coordinador de la asociación Conciencia.
Según este experto, que organiza talleres de EM, el entorno mental es el mundo en que vivimos, consecuencia de nuestras creencias y programas basados principalmente en el ego.
Mente, la gran herramienta del cambio
La mente es el espacio personal en donde gestionamos nuestro hacer, nuestro hablar, y mucho más importante, nuestro sentir, por ello decimos que nuestro pensamiento es creador. No solo es creador de nuestra experiencia, sino que nuestra experiencia construye la experiencia grupal y global, señala Lomar.
Así, nuestros pensamientos salen ahí fuera y afectan a toda la realidad. Afectan la mente global, afectan la cultura, la sociedad, nuestro entorno, nuestra historia y a nuestros hijos. Y todo es originado en nuestra mente, según el experto.
Por otra parte, para Lomar, el universo es un sistema dinámico que está permanentemente equilibrándose y ajustándose a sí mismo. Nada ni nadie existe aisladamente, todos formamos parte de un sistema mayor: la familia, el trabajo, las amistades y la sociedad en general.
En ese contexto la EM abre una nueva dimensión de trabajo personal, consistente en cuidar y mantener limpia la mente para emitir energía emocional ecológica y armónica, para convertirse en un foco de luz de dentro hacia afuera.
Por ello, para los seguidores de esta corriente psicológica, nuestra mente merece una atención especial y todo un tratamiento de depuración y limpieza. Las creencias, adicciones, roles y papeles inconscientes, disfraces emocionales, patrones y esquemas limitantes, son las malas hierbas de nuestro jardín -afirman-. Cuando quitamos las capas de contaminación a nuestro pensamiento, nos volvemos más alegres y desapegados, dice Lomar.
La ecología mental
Según los seguidores de estas técnicas, con la EM se aprende a mantener limpia la mente y a aumentar la vivencia de nuestra verdadera identidad por encima de papeles, disfraces, roles y patrones, y también se es consciente de las identidades adquiridas que todos poseemos. Otras claves de la EM son, al decir del experto, conocer el modo en que funcionan nuestra mente y emociones, identificar las distintas adicciones al dolor y al sufrimiento en forma de pensamiento, palabra y acción que repetimos en nuestro diario vivir.