Ecología y religión

Ecología y religión

SAMUEL SANTANA
Gran preocupación produce la forma en que el hombre está tratando al planeta tierra. La realidad indica que al ritmo que van las cosas, dentro de pocos años nuestro hábitat ofrecerá pocos recursos y posibilidades de subsistencia a los seres vivos.

Frente a esta situación, líderes religiosos del mundo están haciendo planteamientos y escenificando manifestaciones con miras a producir una reflexión profunda que conduzca a una toma de conciencia sobre el daño que se está haciendo al entorno.

Hace poco, con la presencia de estudiantes universitarios, profesores, profesionales y expertos en la materia, el Instituto Cristiano para la Ecología y el Desarrollo Nueva Creación, celebró una reunión en la ciudad de Lima, Perú, para ofrecer un seminario en el que se planteaba la preocupación de las iglesias sobre la explotación de la tierra.

Unidos al Instituto Metanexus de Estados Unidos, se indicó que la quema de cantidades crecientes de combustibles (como el carbón, el petróleo y el gas natural) ha aumentado cinco veces la concentración del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera desde 1950, causa principal del calentamiento del planeta. Hicieron los cálculos que 3.8 millones de toneladas de CO2 se agregan cada año a la atmósfera y que al aumentarlo también lo hace la temperatura global promedio de la tierra, dando lugar al efecto invernadero.

Esto lleva a plantear que la temperatura media mundial se incrementará en 1.5 a cinco grados centígrados en el presente siglo. Lo que significa por ejemplo que la temperatura alta de una ciudad como Lima se elevará de 29 ºC a 34 ºC en los próximos 15 años.

«El efecto invernadero del metano es aproximadamente 7.5 veces más que el dióxido de carbono y el tiempo de permanencia en la atmósfera es de unos 11 años», consideran.

Si se desestabilizan los 100,000 millones de toneladas de gas metano guardados en los hidratos de metano que están en el fondo del mar en forma congelada, su liberación causaría una catástrofe ambiental inimaginable.

El aumento promedio de 2 grados de la temperatura planetaria implicaría el crecimiento en 1.5 m del nivel del mar. Sólo con una subida de 1 m del nivel del mar, casi 1/3 de las tierras de cultivo del mundo y los hogares de cerca de 1000 millones de personas se verían seriamente amenazados.

El análisis expone que «1/3 de la población mundial vive en países donde se experimenta una escasez mediana y alta de agua, peligrando la vida de millones de personas. Y este número puede incrementarse a 2/3 en los próximos 30 años.

Es preocupante saber que «cada año entre 2 y 7 millones de personas sufrirán el azote de las inundaciones, principalmente en las costas donde la presión demográfica se acentúa y en los grandes deltas de África occidental, de Asia o del Misisipi y el 40% de la población del mundo se quedaría sin agua debido al retroceso de los glaciares».

Estos indicadores fueron presentados con la intención de crear una conciencia profunda dentro del campo religioso para incorporar dentro de la vida cristiana la práctica de no sólo cuidar el planeta sino, además, educar sobre esta necesidad.

En lugar de acudir a una teología que conduzca a la iglesia a una visión escapista, los líderes espirituales están apelando a una hermenéutica que resalte el valor del medio ambiente y su protección.

Plantean que el denominado «mandato cultural» de sojuzgar la tierra, es ya una invitación de parte de Dios a cuidar todos los ecosistemas de manera responsable y creadora, y no debe dar lugar a su devastación.

Pensadores como el teólogo y director académico Bernardo Campos consideran que se hace necesario, incluso, incorporar en el currículum académico teológico una asignatura denominada «ecoteología».

“De este modo la teología incorporaría como un objeto de reflexión, una de las urgentes y preocupantes realidades terrestres como es la ecología en sus aspectos biológico, cultural y humano».

Todo esto plantea la necesidad de conciencia al respecto para evitar que la presente y futuras generaciones sufran consecuencias desastrosas.

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